🌜Capítulo25🌛

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Klaus

Me siento como una mierda. No tengo otra maldita mejor forma de describir la manera en la que esta chiquilla logró reducirme con tan poco.

Supongo que es mi culpa por querer cambiar un producto dañado cuando leí claramente en las instrucciones que no había vuelta atrás una vez lo comprara. Ignoré con todo el descaro la nota de advertencia donde decía que mi vida no volvería a ser la misma una vez que lo obtuviera.

Se que son cosas que me pasan por cabezota. Debí seguir ignorandola como lo hice durante todo un año, pero no, aquí el señor debía poseerla y desearla cada vez más como si se estuviera convirtiendo en un yonki que no puede dejar de consumir la maldita droga para seguir viviendo. Tampoco es como que tuviera muchas opciones cuando ella se propuso seducirme. Quien mierda en sus cinco sentidos podría resistirse a semejante diosa haciéndote perder la cabeza cuando te domina con solo una mirada. Y ya no hablemos de cuando la tienes desnuda ante ti.

Me llevo la copa otra vez a mis labios, vaciando su contenido al completo como si fuera agua. El barman me mira mal cuando lo llamo para que la rellene, siguiendo el mismo proceso por quita vez en menos de tres minutos por lo que prefiere dejarme la botella a un lado. Evita mirarme una vez mas y se va corriendo para atender a dos chicas que acaban de acercarse a la barra para pedir sus bebidas.

Las dos me miran de forma sugerente y no debo estar sobrio para interpretar sus miradas insinuantes. Una es rubia y alta mientras la otra es de piel morena y cabello negro. Por un momento se me pasa por la mente el acercarme a ella ya que sus curvas son muy parecidas a las de cierta mujer que me tiene en este estado. Me lo planteo por un segundo, pero el último gramo de raciocinio que aun me queda me grita que no lo haga, asi que me quedo sentado en el taburente en la barra del único bar abierto las 24 horas que encontré al salir como un toro embravecido de ese maldito juicio.

Y si, llevo aqui desde ayer. No tengo ni la mas remota idea de que hora es y no me interesa. Estoy en un estado en donde seguramente tenga mas alcohol en mi cuerpo que sangre, pero me importa un reverendo cazzo. Solo quiero caer en la inconsciencia sin detenerme a pensar si termino en un coma etilico, solamente olvidar todo el lío que tengo en la cabeza, aunque tal parece que no lo lograré ni bebiendo todo el licor de la ciudad.

Sonrio con nostalgia, pero solo logro subir mis comisuras con tristseza al recordarme creyendo cuando me desperté la mañana anterior que ese día sería distinto. Creí que ese día iba a cambiar mi vida para bien. Ganaría el juicio, saldríamos a celebrar, follaríamos como locos y seguramente me tendría una sorpresa preparada para hoy, preferiblemente algún conjunto sexy, pero no. Aqui estoy como una cuba, celebrando mi cumpleaños en soledad en este antro de mala muerte a un lado de una autopista olvidada hasta por google map.

No sé que es lo que me lleva a mirar a mi alrededor al sentir el peso de una mirada sobre mi y lamento el hacerlo al encontrar al señor Wolf caminando en mi dirección, tal vez es una alucinación. Ya no puedo confiar en mi mente en este estado pero algo me dice que no es solo mi imaginación y lo compruebo cuando toma asiento en el taburete junto al mío y aprieta mi hombro con gesto cariñoso.

-¿Qué haces aquí muchacho? No tienes idea de todo lo que te hemos buscado. Estabamos procupados.

- ¿Estábamos?¿Quienes? de hecho no sé que hace aqui o como me encontró, pero venga, celebremos que me salvé de dos viboras el mismo día y ahora soy un alma en libertad- me mira con reproche y desconozco si por llamar vibora a su hija o por pegarme directamente de la botella, pero lo ignoro como llevo haciendo con el resto del mundo.

-No tengo la más mínima idea de que sucedió con mi hija, pero ya que estamos, desahógate. Quiero saber todo el chisme- se acomoda mejor dejando el mentón sobre su puño sin quitarme los ojos de encima.

Adicción sabor NutellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora