De pie en la despensa abierta, debatió entre tomar un paquete de fideos ramen... o fideos ramen. Su memoria sensorial, sin embargo, recordaba con gran detalle el olor de la carne de la señora Park. Trató de ignorar la forma en que el pensamiento le hacía agua la boca.
Mientras que su pasta se cocinaba... «¿Cuánta electricidad necesitaría el microondas cuando funcionaba durante cinco minutos?», se preguntó. «¿Debería renunciar a eso, también?» Abrió una botella de vino de la parrilla en el mostrador. El Borgoña rojo había sido un regalo de alguien durante el año pasado antes de las vacaciones.
DongHae no era un gran bebedor, pero después de un día tan pésimo, él esperaba que esto lo relajara en el mejor de los casos, que le diera una gran dosis de olvido y poder zambullirse dentro de la noche "del-mundo-de-los-muertos" y así poder dormir. Y en el peor de los casos, tal vez por lo menos podría pasar el próximo par de horas antes de acostarse con un zumbido agradable.
Se tomó su cena, tal como estaba, sentado en un taburete en el elevado, ante la larga mesa que le servía como mesa de comedor y mesa de trabajo. Cuando terminó y enjuagó la taza y la cuchara, cortó una manzana marchita y dejó caer unos pedazos pequeños en la jaula de Zeus, que se encontraba en el final de la mesa.
El hámster rosa, empezó a salir de su madriguera moviendo su nariz, como olfateando. Luego corrió, subió a su plato de semillas, y comenzó rápidamente a empujar trozos de manzana en las bolsas de sus mejillas. Después de un momento se detuvo, mordisqueó con furia la pieza que aún sostenía entre sus patas y miró a DongHae sus ojos oscuros, pequeños y brillantes que parecían perforar directamente a través del alma de DongHae.
—Disfruta de ello, pequeño hombre. Puede ser el último fruto en un tiempo.
DongHae había crecido siendo sorprendentemente aficionado a los roedores. Él había accedido, durante las vacaciones de primavera el año pasado, a cuidar al hámster que pertenecía a uno de sus clientes, que era un estudiante en la universidad. Pero cuando el final de las vacaciones de primavera llegó, ningún estudiante volvió para recoger al hámster. Después de intentar localizar al joven durante un par de semanas, DongHae se había dado finalmente por vencido y adoptó oficialmente a Zeus.
—Sabes que sin duda Zeus es un gran nombre, muy importante para una pequeña bola de pelusa sin pretensiones —dijo al hámster—. El Zeus todopoderoso.
Zeus lo miró como diciendo: —Sí, y ¿qué clase de nombre es Donghae de todos modos?
—Bueno, supongo que tienes algo de razón —le dijo DongHae. Y luego dio media sonrisa y rodó los ojos. Él esperaba que fuera el vino lo que lo hacía tan hablador con el hámster y no porque el estrés y la soledad lo hubieran conducido finalmente a la locura. Probablemente era el vino. Se sirvió otro vaso y bebió un trago de tamaño considerable. De todos modos, era mejor hablar con un hámster que escuchar voces, como hacía la señora Park. Al menos eso esperaba.
—Uno de mis antepasados era realmente un zapatero, Zeus, así que no hay necesidad de ser insolente.
Zeus masticaba y masticaba, y miró fijamente a DongHae como si midiera su sinceridad.
—Es la verdad. La tía Sun hee rastreó la genealogía de los Lee hasta mis "tatara-tatara-varios-grandes- abuelos", y uno de ellos era un verdadero zapatero.
DongHae miró hacia sus desgastadas pero cómodas botas cowboy de diez años de edad, y pensó que era una buena cosa no haber seguido los pasos de su antecesor, porque él no podía pensar en nada menos interesante que cortar cuero y coserlo para fabricar zapatos día tras día.
No, lo que siempre había encontrado más interesante de su antepasado zapatero era la historia que su tía solía contarle. Parecía que transitaba por su mismo camino, ya que su antepasado había sido tan pobre que, finalmente, sólo había tenido suficiente cuero para hacer un par de zapatos. Antes de dormir, realizó los recortes y los dejó sobre su mesa de trabajo, listos para terminar el calzado por la mañana.
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El Elfo y el Zapatero adaptación EunHae
AléatoireLee DongHae es honesto, trabajador, y ama lo que hace. Aunque nunca esperaba hacerse rico, le ha ido lo suficientemente bien como para vivir a gusto con su peculiar tienda metafísica, "Tienda Mágica de Lee".