Fanny no dejaba de probarse vestidos desde hace dos horas. A pesar de que en la mañana había escogido el vestido que se pondría para su cena con Leo, no podía evitar dudar. Siempre había sido una mujer muy segura, pero no se explicaba de dónde venían sus nervios.
Todo su cuarto y su cama estaban hechos un desastre y su clóset estaba básicamente vacío, hasta que, quizás ya un poco derrotada, decidió volver a ponerse el vestido que había escogido en un principio. Se miró al espejo y se sintió satisfecha. El vestido era rojo, el material era bastante ligero y fluido, con un acabado satinado que brillaba con cada movimiento. Tenía un corte ajustado en la parte superior y la espalda completamente al descubierto.
Quizás era demasiado para una cena en su propio jardín, pero su objetivo era claro: impresionar a Leo.
Termina de arreglarse con un nudo en la garganta. Era la oportunidad que tanto deseaba, hablar con él sobre el pasado y aclarar mutuamente las dudas que tenían. Fanny sale de su habitación y baja por las grandes escaleras de mármol hasta el salón. Lo rodea y sale por la puerta de la cocina hasta el jardín trasero, donde se encontraría con Leo.
El paisaje era etéreo. Los árboles estaban iluminados por luces amarillas que daban claridad a todo el jardín, acompañadas de las farolas que alumbraban el empedrado camino que conducía al quiosco en mitad del jardín, donde tendría lugar su encuentro. Al llegar, Fanny saluda a Leo, que ya había tomado asiento en la pequeña mesa redonda situada en mitad del quiosco, forrado con trinitarias púrpuras.
—Buenas noches, Melodía —le saluda Leo sonriente.
No puede evitar sonreír al oír su nuevo apodo. Leo le comenzó a llamar así desde su encuentro en el piano, donde le había gustado la canción que componía involuntariamente.
—Buenas noches, Leo —responde, tomando asiento frente a él—. ¿Llevas mucho rato aquí?
—No lo sé, no llevo reloj —responde divertido—. Pero siempre sí te tomaste tu tiempo.
Fanny se avergüenza ante sus palabras, puesto que conocía de sobra el motivo de su demora.
—Lo siento, tuve un contratiempo con mis zapatos.
—No te preocupes, la espera valió la pena —responde.
Después de unos segundos, Flor, una de las empleadas de la casa, les sirvió la cena. Para Leo, un platillo con cordero a la menta acompañado de patatas, mientras que para Fanny, su platillo favorito: canelones de espinaca y ricota. También era el favorito de su madre y lo preparaba para sus hermanos una vez al mes cuando pasaban el día juntos en una casita en medio del bosque. Lo come siempre que está nerviosa, pues la calma.
Normalmente, no piden platillos diferentes a las cocineras, pero siendo los únicos habitantes de la casa, no proporciona mayor trabajo para ellas.
—Busqué tu cara entre la primera fila de mis conciertos más veces de las que me gustaría admitir, y más de una vez me pareció haberte visto —confiesa de forma inesperada.
—Bueno, yo admito haber estado más veces de las que crees entre la primera fila de tus conciertos —ríe—, fantaseando con que me vieses y me reconocieras entre la gente.
Los dos se quedan en silencio por unos segundos en los que no despegaron su vista del otro. Leo no podía dejar de ver a aquella chica con el vestido naranja que tomaba una copa completamente sola en un bar de Fuengirola y ella no podía evitar ver al pianista de hotel talentoso que se escondía detrás de un piano y tocaba sin importarle que nadie le oyese.
—La primera vez que escuché una de tus canciones no reconocí tu voz. Ya habías lanzado tu primer álbum y te había ido muy bien en la gira. Mi hermana fue la que la puso. Estuve un mes aprendiéndome tus canciones a causa de que ella las oía todo el tiempo a todo volumen —hace una pausa—. Una vez que se fue de vacaciones y quería escucharte, le llamé para preguntarle por los nombres. Te podrás imaginar todo lo que pasó por mi cabeza cuando puse los títulos en el buscador de YouTube y me di cuenta de que se trataba de ti.
Leo se ríe ante las palabras de Fanny.
—No, e imagínate mi cara el día que oí "Ecos de los recuerdos" —ríe—. Yo soy muy malo para captar indirectas, y si bien llegué a pensar que había sido escrita por mí, mi lado más incrédulo siempre pensaba: "Son solo ideas tuyas".
—Y, ¿cómo te diste cuenta de que realmente era para ti la canción? —pregunta realmente interesado.
—La primera vez que te vi en concierto —responde—. La cantaste y contaste toda la historia de cuando nos conocimos. Fue imposible negar la realidad. Sí, eran para mí, y ese día me di cuenta de que quizás no te habías contactado conmigo porque habías escrito mal mi número aquella mañana.
Leo ríe ante la confesión de Fanny.
—Yo no lo escribí mal, tú me lo diste mal por andar con prisas —se defiende.
—En mi defensa, iba a perder mi vuelo, y aún tenía que pasar al hotel por mis maletas —dice, fingiendo indignación por su acusación.
Ambos se quedan en silencio durante un rato mientras disfrutaban de su cena. Las estrellas brillaban y el viento era cálido. Las luces en los árboles parecían luciérnagas en medio de la oscura noche. Al terminar la cena, ambos se sonrieron sin decir nada más; sin embargo, el silencio no era incómodo ni tortuoso.
—Solo hay una cosa que no hicimos la noche que nos conocimos —comenta Leo.
—¿Y cuál es?
Leo se levanta y le extiende su mano, la cual toma.
—Bailar —le dice divertido.
Fanny le mira con cierto desconcierto.
—¿Qué? —pregunta—. ¿Te avergüenza que el personal de la casa te vea bailando sin ninguna canción?
Fanny sonríe.
—Igual la puedes cantar tú, ¿no es así?
Leo asiente y Fanny toma lugar frente a él. Leo pasa su mano sobre la cintura de su acompañante y comienza a cantar "Encuentro de corazones", por ser la canción que le cantó a Fanny la noche que se conocieron. Quizás para ellos era la escena más romántica, pero para cualquier espectador de esta que no pudiera oír con atención, podría incluso parecer rara. Pero a ellos no les importaba demasiado.
—Quizás fue el destino el que no quiso que estuviéramos juntos —susurra Fanny.
—Quizás sea cierto —responde Leo—Pero también creo que el destino lo hacemos nosotros mismos, no tenemos que esperar a que el universo decida que debemos estar juntos
Leo se inclina suavemente hacia Fanny y le da un suave beso en la mejilla que la chica corresponde regalandole una dulce sonrisa
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Tú, Yo & Una Noche De Verano
RomanceTodos estamos destinados a alguien y cuando somos destino las cosas suceden, en un día o en cinco años, hay amores que nacen al atardecer y con el amanecer se separan