Sombras en el corazón

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Narrado por Fanny:

Estaciono el auto en el garaje y entro a la casa por la puerta de madera. Camino por la cocina, donde me sirvo una copa de vino y tomo asiento en uno de los taburetes de la isla. Me recuesto sobre esta, agotada. He tenido que presentar un proyecto en el que trabajé un mes entero, y al cliente no le gustó ni un poquito, así que tendré que preparar otro en menos de una semana.

Una suave melodía proveniente del piano de la sala llama mi atención. Después de unos segundos, la dulce voz de mi hermana cantando provoca que me levante del asiento y me dirija hacia la sala, de donde proviene la canción.

Cam canta conmovida la canción favorita de mi mamá. Me apoyo en el marco de la puerta mientras la veo al lado de Leo, quienes están tocando la canción a dueto.

Se ven bien juntos, al menos cantando. Tienen muy buena química, pero Camila nunca podría hacerme algo así, ¿verdad? Aunque, ¿hacerme qué? Leo y yo jamás hemos tenido nada, y no creo que algo de una noche sea suficiente para aplicar el código de hermanas.

—¡Hola, Fanny! —dice Cam muy emocionada al terminar su canción—. ¿Cómo te fue presentando el proyecto?

—No muy bien —respondo cabizbaja—. Los dejo, que tengan buenas noches.

Subo las escaleras lo más rápido que puedo y entro a mi habitación, encontrándome con Sebastián tirado en mi cama mientras ve el techo.

—¿Quién te dijo a ti que puedes entrar a mi cuarto sin permiso? —pregunto un poco enojada.

—Perdón, es que estaba muy aburrido —responde.

—Cam y Leo están tocando en la sala, ¿por qué no te les unes? —pregunto, intentando que saliera.

Realmente amo a Sebas, pero este está lejos de ser mi mejor día.

—Tiene dos explicaciones: primero, están tocando las canciones favoritas de mamá, y no me siento con fuerza para recordarla —se sincera.

—¿Y la otra? —pregunto al tomar asiento a su lado.

—Parecía la tercera rueda en su bicicleta —se ríe.

Golpe bajo, ahora tengo que preocuparme por extrañar a mi mamá, por mi proyecto rechazado y porque tengo celos de mi propia hermana.

Sebastián nota mi incomodidad y continúa hablando.

—No entiendo por qué Camila puede recordar a mamá sin menos dolor que nosotros. ¿Cómo pudo procesarlo mejor? —me pregunta.

—Porque ella sí se despidió mientras nosotros rezábamos para que no se fuera. Ella sí la dejó ir tranquila —le respondo con una sensación amarga en la garganta.

—Ya es demasiado tarde para despedirnos —responde frustrado.

—No lo creo.

Me levanto del borde de mi cama y me acerco a mi escritorio, de donde tomo dos bolígrafos negros y dos hojas de papel y se las paso a Sebas.

—¿Y esto es para? —pregunta confundido.

—Camila se despidió escribiéndole una carta, nosotros haremos lo mismo —respondo fingiendo una sonrisa.

Sebas toma asiento en mi escritorio y comienza a escribir mientras que yo lo hago desde mi cama. Nos tomamos un par de minutos y lágrimas en el proceso. Cuando terminamos, tomo una de las velas con olor a naranja que tenía en el baño, las cuales eran sus favoritas, y la enciendo frente a la fotografía que tenía en mi escritorio.

—Parece un poquito ocultista todo esto —bromea Sebastián.

Lo miro mal y procedo a ignorar su comentario y a leer mi carta.

Querida mamá:

No puedo dejar de pensar en todo lo que hemos perdido todos con tu partida. Siempre pensé que tendríamos más tiempo juntas, que tendríamos la oportunidad de arreglar nuestras diferencias y decirnos todo lo que nunca dijimos. Pensé que estarías en cada momento de mi vida y no pude resistirme a que no fuera así. Siento como si hubiera perdido una parte de mí contigo. Lamento no haber sido más paciente, más comprensiva. Lamento haberte hecho sentir culpa por querer que tu sufrimiento terminara. No eras egoísta, solo estabas sufriendo, y ahora lo entiendo. Espero que sepas cuánto significaste para mí. Espero que estés en un lugar mejor, donde ya no tengas que sufrir. Siempre te llevaré en mi corazón y nunca te olvidaré.

Sebastián, con lágrimas en los ojos, procede a leer su carta, la cual estaba más encaminada al eco de que él no estuvo muy presente durante todo su tratamiento. Y aunque él lo vea mal, yo realmente agradezco que no haya tenido que ver cómo se deterioraba tan lentamente. Ver cómo dejaba de ser ella fue lo más duro.

—Bueno, ya me voy —dice interrumpiendo el silencio incómodo.

Los dos nos reímos para alivianar el ambiente. Sebas sale de mi habitación y yo procedo a cambiarme. Me quito los pantalones largos y la camiseta para colocarme mi pijama azul de seda. Me siento muy desganada, ni siquiera quiero bañarme. Me desmaquillo y suelto mi cabello negro que antes estaba amarrado en una coleta y bajo a la sala.

Noto que el piano ya estaba libre y no puedo evitar sentarme al piano y comenzar a improvisar una melodía que rondaba por mi cabeza desde que vi a Camila riendo con Leo.

Hay un vacío en mi pecho, Un dolor que no puedo entender, Y aunque intento ocultarlo, Sé que no puedo escapar de él.

—Tienes la voz más encantadora que he escuchado —susurra Leo detrás de mí.

Un poco confundida, separo mis dedos del piano y volteo para poder verle en medio de la oscuridad.

—De seguro le dices eso a todas —bromeo amargamente.

Él nota cierto tono de hostilidad en mí y retrocede un poco.

—La canción, ¿es tuya? —pregunta tímido.

—Realmente no es una canción. Lo que oíste es literalmente todo lo que hay —respondo bajando la guardia.

Se sorprende un poco de mis palabras, pero les resta importancia y se vuelve a acercar a mí.

—¿No vas a escribir esos versos antes de que se te olviden? —pregunta nuevamente.

Niego.

—Prefiero olvidarlos.

Nos quedamos envueltos en un silencio incómodo durante unos minutos en los que no dejaba de jugar con las teclas, tocando melodías aleatorias y alguna que otra sin sentido.

—Tu hermana tiene una voz muy parecida a la tuya. Mientras escuchaba la canción no podía dejar de acordarme de la última vez que te escuché —susurra Leo detrás de mí.

—Seguro que sí —respondo en cierto tono sarcástico.

Y es que tus sombras me persiguen, Me acechan en cada esquina, Y aunque intento ignorarlas, No puedo escapar de ellas.

—Creo que sí lo anotaré antes de que se me olvide.

Leo me sonríe muy tiernamente.

—Un poquito sombría tu letra —se ríe.

Me relajo un poquito.

—Es que hoy definitivamente no es mi día —suspiro—. Lamento si te respondí cortante.

—Tranquila, yo lo entiendo.

Leo pone sus dedos sobre los míos y los deja caer, presionando un par de teclas. Hacemos lo mismo un par de veces, hasta que la melodía se convierte en una canción, su canción, creando un instante nostálgico que arruino, interrumpiéndolo.

—Debemos hablar en algún punto de lo que pasó entre nosotros.

—Muy aguafiestas de tu parte Estefannya—Se burla

Tú, Yo & Una Noche De VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora