Un respiro en la tormenta

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Narra Fanny

Me bajo rápido del auto que dejo estacionado malamente fuera de las oficinas y entro rápidamente en el edificio.

—Hola Fanny, llegas tarde, tu padre te espera en la sala de accionistas hace cinco minutos —avisa Nora, la recepcionista, en su tono más amable.

—Gracias, ¿está enojado? —pregunto.

—Yo lo vi un poco molesto, pero no por su demora, sino por un problema con un proveedor —responde—. Se rumora por aquí que ocurrió un gran problema.

—Gracias.

Tomo el ascensor corporativo que, por suerte, estaba vacío y aprovecho para acomodar un par de mechones rebeldes. La comida con los clientes se extendió un poco, pero a pesar de todo lo considero un triunfo por haber aceptado mi propuesta.

Camino por el último piso, hasta la sala de juntas, empujo la gran puerta de madera oscura y entro a la sala donde se encontraban mis hermanos, mi padre y mi tío favorito, el hermano de mi madre.

—Llegas tarde, Estefannya —reprende mi padre nada más llegar.

Saludo a mi tío con un beso en la mejilla y tomo asiento a su lado en la mesa. Él aprieta mi mano en señal de apoyo y me dedica una sonrisa.

—Lamento la demora, estaba con un cliente, entregando mi propuesta para un proyecto —explico.

—Esto es más importante. Debiste llegar apenas te llamé. Estuvimos todo este tiempo esperándote —me regaña.

Al ver su estado de frustración, decido no responder más y tomar entre mis manos un folder rojo con información que puso frente a mí la secretaria de mi papá.

Mi hermana, que se encontraba frente a mí, empezó a explicarme la situación que tenía a mi padre con los pelos de punta.

—Entonces, recapitulando —continúa—, una empleada hizo un trato para la compra de unos barcos para las importaciones y exportaciones marítimas, pero fue un gran fraude y desfalcó una de las cuentas de la empresa. Dejándonos sin dinero y sin barcos

—Una de las cuentas con más dinero, y ahora estamos en un gran problema económico del que no sabemos cómo salir —reitera mi hermana.

—¿Y el fondo de emergencia? —pregunto.

Realmente no soy la persona adecuada para esta clase de juntas; no entiendo la mitad de ellas, pero igual siguen invitándome, así que deben molestarse en aplacar mi ignorancia en el tema.

—Si hubieses llegado a tiempo, hubieses escuchado que usar el dinero de ese fondo para reponer todo lo perdido nos dejaría desprotegidos de cualquier inclemencia del clima, cualquier accidente con los barcos que ya tenemos. No podemos permitir que nuestros clientes pierdan las garantías que ya tienen —responde mi padre.

Todos nos quedamos en un gélido silencio.

—Sigo pensando que responder con nuestro patrimonio personal es lo necesario. No podemos desestabilizar la empresa; nos hará perder clientes y nos hará perder el prestigio que tantos años nos ha costado conseguir —interviene mi tío.

Leo el extracto de cuenta y casi me atraganto con mi propia saliva al ver la cantidad de dinero perdida.

—Nos dejará casi en ceros a todos —respondo—. ¿Cuántos barcos eran?

—100 —responde mi padre.

—Como el dinero que se desfalcó no representa un gran golpe para el capital que maneja la empresa como tal, debemos manejar esto con gran cautela. Un escándalo así podría hundirnos mediáticamente y crear caos entre nuestros clientes —responde mi hermana—. Fuimos cautelosos al no contar con esos barcos antes de la compra para planear envíos.

—Reforcemos nuestro transporte por tierra y esperemos que ese dinero se recupere lentamente —propongo.

—No podemos simplemente dejar eso así, Fanny —interviene Sebastián—. Queríamos expandirnos con esos barcos.

—Pues empecemos con la mitad; podemos invertir de nuestro propio capital y de ahí arrancamos mientras se esclarece todo lo sucedido con los barcos —respondo.

—Si esto no sale bien, nos puede llevar a la ruina como familia —responde mi padre.

La junta terminó y todos nos fuimos a casa. Mi padre y mi tío estaban completamente devastados. El utilizar nuestro patrimonio familiar para salvar la empresa es algo que sencillamente no pensamos que pasaría. Sería más fácil y sencillo si pudiéramos pedir préstamos a bancos, pero Cam tiene un excelente punto: no podemos perder estabilidad a la vista de los clientes.

Después de la intensa junta, todos se marcharon de la oficina con rostros sombríos y pesados, sumidos en sus propios pensamientos. Yo, sin embargo, sentía la presión de la situación más que nadie. Sabía que tendría que esforzarme al máximo para encontrar una solución viable para la empresa familiar.

Al llegar a casa, me dirigí directamente a mi habitación, buscando un momento de tranquilidad para ordenar mis pensamientos. Me dejé caer en mi cama, sintiendo el peso de la situación sobre mis hombros.

Poco después, un suave golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos. Era Leo, quien entró sin esperar respuesta, como si supiera que necesitaba compañía.

—Hola, Melodía —saludó Leo, cerrando la puerta detrás de él.

Le dediqué una sonrisa cansada. —Hola, Leo. ¿Qué haces aquí?

—Me enteré de la situación en la junta. Quería ver cómo estabas —respondió mientras se acercaba y tomaba asiento en el borde de la cama.

Suspiré, sentándome y cruzando las piernas. —Ha sido un día largo. No sé cómo vamos a salir de esto.

Leo se inclinó hacia mí, tomando mis manos entre las suyas. —Lo resolverán. Tu familia es fuerte, y tú eres una parte crucial de eso. No estás sola en esto.

Sentí una oleada de gratitud hacia Leo. Su presencia siempre lograba calmar mis nervios. —Gracias, Leo. Realmente necesitaba escuchar eso.

—Siempre estaré aquí para ti —dijo Leo, acercándose más hasta que nuestros rostros estaban a solo unos centímetros de distancia.

Mi mirada se encontró con la de Leo, y en ese momento, todo lo demás pareció desvanecerse. La tensión, el estrés, todo desapareció mientras nuestros labios se unían en un beso suave pero lleno de significado. Fue un beso que prometía apoyo, comprensión y quizás, algo más.

Justo en ese instante, la puerta se abrió de golpe, y una de las empleadas, Marta, nos encontró en ese momento íntimo. Sus ojos se abrieron con sorpresa, pero rápidamente se recompuso.

—Perdón, señorita Fanny, no quería interrumpir —dijo Marta, claramente incómoda.

Leo y yo nos separamos rápidamente, con las mejillas sonrojadas. Me aclaré la garganta. —Está bien, Marta. Por favor, podrías... —titubeé un momento, buscando las palabras adecuadas— podrías mantener esto en privado?

Marta asintió con una pequeña sonrisa. —Por supuesto, señorita. No se preocupe. ¿Cuándo le he fallado?

Suspiré aliviada mientras Marta cerraba la puerta tras de sí. Me volví hacia Leo, quien también estaba sonriendo.

—Bueno, eso fue... —comencé, pero Leo me interrumpió.

—Eso fue lo que necesitabas. Y ahora, prometo que yo también lo mantendré en secreto —dijo Leo, guiñándome un ojo.

Sonreí, sintiendo que, a pesar de los problemas, había al menos una cosa en mi vida que iba en la dirección correcta.

—Tú te ves demasiado bueno para ser verdad —bromeé con desconfianza.

—Yo soy demasiado bueno para ser verdad —respondió Leo, siguiéndome el juego.

Ambos nos despedimos y quedé a solas nuevamente, invadida por mis problemas y sintiéndome nuevamente abrumada. Leo era una bocanada de aire fresco; así me sentía siempre que estábamos juntos.

Tú, Yo & Una Noche De VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora