Un poco antes de que mataran a Jisoo, llegamos a verla merodeando por el apartamento de Ruby, pero sin atreverse a entrar. Estacionaba su motocicleta a dos cuadras de distancia y después se camuflaba en unos arbustos más cerca del edificio, pero pese a ello, la vimos. La primera vez pensamos que en cuanto viera salir a Rosé ella entraría, pero no fue así; durante los días que siguieron se ubicó en el mismo sitio y Ruby nos contó que se quedaba ahí hasta altas horas de la noche.
—¿Y por qué no bajas y le preguntas qué quiere? —le sugerimos.
—¿Y por qué? —dijo ella—. Si me necesita, puede subir.
—Eso es muy extraño —dijo Rosé.
Después decidió salir de los arbustos y se sentó en la acera del frente. No supimos si salió al verse descubierta o era parte de alguna estrategia, el punto es que llegaba muy temprano, antes de que Ruby se despertara —que de igual manera no era muy temprano—, y se quedaba hasta que ella apagara la luz de su habitación. Se pasaba el día entero mirando hacia su ventana, igual a como lo hacía en la discoteca viendo bailar a Rosé y Ruby, cuando ya definitivamente la había perdido.
—¿Y a esa qué le sucede? —preguntaba Rosé inquieta—. ¿Se enamoró otra vez?
Qué ilusa Rosé, pensé. Como si fuera posible sacarse a Ruby del corazón y después volver a meterla. Una vez que empezabas a quererla ya la querías para siempre, porque si no es así ¿por qué otra razón estoy aquí en este hospital? De lo que sí estaba segura era de que sólo por amor Jisoo hacía lo que hacía, porque no existe otra razón para quedarse al sol y al agua debajo de una ventana.
—No me gusta. No me gusta lo que está haciendo esa mujer —insistía Rosé.
—Pero no está haciendo nada —dije en su defensa, movida por una complicidad explicable.
—Exacto. Precisamente —dijo Roseanne—. Eso es lo que no me gusta.
La que no aguantó fue Ruby, ya estaba cansada de sentirse vigilada, ya se sentía culpable por la situación de Jisoo; intrigada, no entendía por qué no subía si muchas veces la había invitado con su mano desde la ventana, por qué le rechazaba la comida que le enviaba con el portero, por qué si ya una vez que estaba sola le había gritado desde arriba: «¡Sube, Jisoo, no seas idiota!». Pero ella seguía impávida, como si fuera sorda y ciega y el hambre no la tentara.
—Voy a bajar —dijo ella al fin.
Rosé se desencajó, empezó a tomar aire antes que le pudiera salir alguna palabra y, cuando le salieron, más le hubiese valido no haber dicho nada.
—¡Por supuesto! Preocúpate por ella, ¡preocúpate por esa imbécil! De la misma manera en que lo hiciste conmigo cuando yo estaba jodida por tu culpa: no me llamaste, no me visitaste, ni mucho menos preguntaste por mí, pero claro, por ella sí te preocupas. Se me olvidaba que para ti yo no existo.
—Mira, Rosé —le empezó a hablar Ruby con una llave tan cerca de su rostro que pensé que estaba decidida a cortárselo—. A ti nadie, ¡nadie! te jodió, tú naciste así. Y si me vas a hacer escenitas estúpidas te largas ya mismo de aquí.
—¡Perfecto! —dijo Rosé—. Si lo que quieres es quedarte con esa perra, está bien, ¿sabes? Haz lo que te dé la gana, yo me largo. Pero ten en cuenta que a mí no me vuelves a ver ni en pintura.
Antes que Roseanne hubiera terminado con sus amenazas, ya el ascensor se había cerrado con Ruby adentro. Rosé entonces optó por las escaleras y yo corrí hacia la ventana para no perderme el desenlace de la novela. Primero salió Ruby y la vi cruzar la calle, disminuyendo su paso a medida que se acercaba a Jisoo. Después salió Rosé, se subió en su coche, cerró de un portazo y arrancó a toda la velocidad. Yo abrí la ventana para escuchar a Ruby y a Jisoo pero me pareció que no hablaron, o, si se dijeron algo, fue en susurros, o mirándose, como se hablan los que se quieren.
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RUBY TIJERAS | Adaptación Jenlisa
FanfictionLa violencia del narcotráfico enmarca esta historia de amor entre una hermosa pandillera, Ruby Jane, apodada «Ruby Tijeras», y dos chicas de la alta sociedad. Una aventura narrada desde los corredores del hospital donde Ruby, llena de disparos, se d...