Un pequeño pueblo y dos chicas, dos almas destinadas a amarse. Sin embargo, el destino cruel las separó. A pesar del tiempo y la distancia, sus corazones nunca dejaron de sufrir por su separación. El suspiro del destino las unía en un eterno anhelo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
★
La habitación era fría, con luces blancas y con olor a distintos desinfectantes.
Escuchaba personas hablar en la lejanía.
Samantha abrió sus ojos como pudo dándose cuenta que estaba en un tipo de hospital, el olor a cloro inundó sus fosas nasales despertándola por completo.
Intentó levantarse de la camilla, pero al hacerlo sintió la soga que la amarraba a la cama.
El hombre con bata notó su brusco movimiento y se acercó. - Hey, está bien. No vamos a hacerte nada -Dijo - Estás amarrada por nuestra seguridad. Solo queremos ayudarte.-
Samantha se tranquilizó un poco recordando los cálidos brazos de la persona que la había ayudado, y, por un momento tuvo esperanza de que podía ser ella.
Una mujer rubia entró a la habitación posando su mirada en ella. - Ya despertaste. - habló. -Por motivos de seguridad estas atada y no tienes tus armas. No hagas nada estupido. Soy Maria por cierto. - continuó. Samantha asintió. - Suéltenla- impuso.
El hombre que había cuidado de ella la soltó suavemente. Se levantó con calma al sentir como se mareaba.
Maria hizo una seña con la cabeza para que la siguiese.
Caminaban por las tranquilas calles de aquel lugar llamado Jackson. Maria le había dicho como funcionaba ese lugar y el trabajo que Samantha tendría que cumplir. La chica solo caminaba junto a la rubia asintiendo y mirando aquel lugar.
Parecía tranquilo.
...
- Eso es todo.- Sonrió. - Voy a acomodarte en un equipo, así que por el momento descansa.-Se despidió moviendo la mano.
Samantha recorrió el lugar con la mirada, era un pequeño apartamento cómodo, con una pequeña sala, un sillón blanco junto a una mesa, y frente a ellos, un mueble grande con discos y libros.
Buscó el baño para darse una ducha y al abrir la llave suspiró viendo como salía vapor de allí.
El baño le había hecho bien, pensó si era buena idea quedarse en ese lugar, todo parecía tan tranquilo, como si no hubiese un desastre fuera de aquellos muros.
Y la imagen de cierta chica volvió a su cabeza.
Suspiró y se levantó, se envolvió en la toalla y rezó porque hubiese ropa en la habitación, y para su suerte lo había. Se puso una chaqueta junto a un pantalón deportivo y se tiró en la cama, entrando en un sueño al segundo.
El sol se ocultaba y las temperaturas bajaban cuando se despertó, sentía el calor de las mantas sobre ella y sonrió por eso.
Al levantarse se abrigó más y salió para ver si podía conocer gente allí.
La fresca brisa le pegó en la cara al salir, tembló por el cambio repentino de temperatura, metió sus manos en el bolsillo y caminó.
El lugar era acogedor, escuchaba las hojas romperse cuando pisaba, escuchaba las personas hablar y reír, eso la reconfortaba. Había estado sola por un tiempo luego de que Ellie la dejara, y eso hizo que Samantha se sintiera demasiado sola, pasaba horas y horas llorando pensando en el porqué de todo, ¿Por qué Ellie la dejó? ¿Por qué aquella chica mató a sus padres? ¿Por qué ellos y no ella? Esas eran muy pocas de las preguntas que se hacía.
- Hey -Un chico asiático se acercó a ella junto a una chica de tez morena pecosa, «pecosa». - ¿Qué tal estás?-Preguntó él. Sam hizo una mueca de confusión por tal pregunta.- Oh lo siento, soy Jesse. Ella es Dina. Te encontramos mientras patrullábamos-
- Oh-Murmuró Samantha. - Ya me siento mejor. Mi nombre es Samantha.-Dijo con un intento de sonrisa. - Muchas gracias-Agradeció con sentimiento.
El chico asintió con una sonrisa al igual que Dina.- Nos alegra que estés bien.-Sam sonrío hacia el comentario de la chica para luego despedirse para seguir recorriendo el lugar.
Se hacía tarde y el frío aumentaba cada vez más, recorrió un poco más hasta llegar a unas casas grandes, la mayoría tenían dos pisos junto a un hermoso porche.
Recorrió asombrando cada casa hasta que paró en seco.
Sintió un mareo en ella y sus ojos se inundaron de lágrimas. Los segundos se sintieron como eternidades, no sentía casi el viento que le pegaba y sus pies y manos ya no se sentían frías.
Allí estaba, mirándola parada en el porche. Ella quería correr hacia la otra chica, pero no podía, sus piernas no se movían, no hasta que la otra chica se movió primero.
Ellie caminaba hacia ella con rapidez, mientras que Samantha solo dio pasos atrás, sus mejillas se adornaron por las rápidas lágrimas que dejaba salir y al ver que la castaña no paraba decidió irse, darse la vuelta e irse. - ¡Samantha!-gritó Ellie con desespero - ¡Samantha ven aquí! ¡Hablemos!-Su cabeza dolía y sus ojos ya ardían por las lágrimas, volvía a sentir el frío en ella, pero esta vez lo sentía como aquellas noches, aquellas noches donde sufría.
Ellie estaba diferente, ya no tenía dieciséis años, estaba más alta, pero los rasgos delicados de su cara estaban prácticamente intactos.
Samantha también había cambiado, su pelo estaba más largo, tenía un poco más de cuerpo y ahora tenía una cicatriz en la mejilla.
- ¡Samantha!-Grito nuevamente. Ellie la agarró del brazo haciendo que se erizase por sentir el toque de su piel nuevamente. - Sam... hablemos, por favor -Ella negó.
- Suéltame Ellie-Su mano libre intentaba sacar la mano de la pecosa de su brazo, para así poder irse de aquel lugar y buscar consuelo sobre sus cálidas mantas. - ¡Suéltame!-Las lágrimas se hicieron más presentes y más seguidas, haciendo así que la castaña aflojase su agarre. -Maldita sea, un día te vas como si nada, ¿y ahora quieres que hablemos? ¿Quieres hablar?-Soltó con ironía. - Te fuiste Ellie, ni siquiera una nota, solo desapareciste-dijo soltándose del agarre. Como si no fuese nada. Como si no hubiésemos sido nada.-Finalizó.
Le dolió, le dolió hacer eso, Samantha quería abrazarla y besarla, quería recuperar todo el tiempo perdido, pero estaba enojada con Ellie. Le había dolido tanto lo que había hecho que no podía perdonarla tan fácil, por más que quisiese.
-Hablaremos... Hablaremos luego.-Dijo Sam yéndose.