II: Pisando Auradon

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Cuando entramos a la limusina nos percatamos de lo hermosa que es; tenía dulces variados que no estaban a medio morder ni llenos de pelos, además de varios suvenires muy bonitos. 

Como los cavernícolas que son, Jay y Carlos se lanzaron hacia los dulces, agarrando con las manos lo más que pudieron y llenandose la boca como cerdos. Yo por otro lado, me encontré mucho, pero mucho maquillaje; aquí habían productos que no sabía que existían. Observé detenidamente a mi amiga.

—Estás un poco pálida, déjame ayudarte —le intenté aplicar un poco de rubor en sus mejillas, pero me quitó la mano bruscamente.

—Déjame. Solo necesito pensar.

—Eso no es muy atractivo.

Mal tomó un control, el cual logró abrir la ventana que estaba detrás de mí. Justo voltee a ver, nos dirigíamos al borde de la isla, que estaba rodeado de KILOMETROS DE OCEANO... Mierda.

—¡No! —grité, a lo que todos voltearon a ver, notando la situación.

—¡Es un trampa! —dijo, esta vez, Carlos.

Todos gritamos y nos abrazamos, esperando el impacto que.... Jamás llegó.

Nos decidimos por fin en abrir los ojos y notamos como apareció un enorme puente dorado en el espacio que separaba a Auradon de la Isla.

—¿Qué está pasando? —cuestionó Carlos, asombrado.

—¡Debe ser magia! —respondí.

Mal observó el control aún en sus manos por un momento, y se giró al conductor.

—¡Ey! ¿Fue este botón el que abrió la barrera mágica?

—No. Este botón es el que abre la barrera mágica —mostró un botón blanco con detalles dorados —. Y ese abre mi garaje; y este botón —presionó uno que hizo que la ventana se volviera a cerrar.

—OK... odioso... que lindo sujeto.

Cuando llegamos finalmente a Auradon habían carteles y cientos de alumnos esperando nuestra llegada. Salimos de la limusina, y como cosa rara, Jay y Carlos estaban peleándose por algo.

—Tienes todo lo demás, ¿por qué quieres esto que no sé qué es?— preguntó Carlos, cayendo al suelo, mientras peleaban por un paño.

—Porque tú lo quieres— respondió Jay. La razón más estúpida que oí, pero bueno.

—Chicos, chicos, chicos, tenemos público— les regañó mal.

—Solo...Limpiábamos— esa fue la mejor excusa que Jay pudo dar.

—Déjenlo como estaba— cantoneó una mujer castaña de vestimenta azul–. Y me refiero que lo dejen, de verdad— acto seguido, Jay devolvió todo en un incómodo silencio. El cual terminó cuando Jay notó la presencia de una chica morena.

—Hola bonita, mi nombre es... Jay—Jay siempre fue un Don Juan, que se ligaba a todo lo que se moviera y tenga una vagina, pero no llevamos aquí y ya se quiere ligar a alguien. Jay, calma tus hormonas, amor propio :v.

—Bienvenidos a la preparatoria—interrumpió la mujer ese extraño momento— Soy el Hada Madrina, la directora- dijo y ahí se encendió mi atención. Y la de Mal también, al parecer.

—¿Es el hada madrina?... ¿La del bibidi babidi bu?—preguntó Mal.

—Bibidi Babidi, tú lo dijiste—respondió muy alegre

—Si, sentía curiosidad... ¿Qué habrá pensado Cenicienta, cuando apareciste como si nada? Con esa... varita brillante, y una sonrisa... y esa varita brillante—sutil Mal, sutil.

Ambos lados del espejo: Descendientes (Yaoi/Boy Love) [Remastered]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora