2 | Obsesión

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Solo te pido que no te olvides de quién eres. Porque fue lo último que me dijiste.

-Carta de KB, propiedad de Dalia Hooper

Han pasado días, convirtiéndose ya en semanas y parece como si no existiera nada más en mi vida que la carta del misterioso KB, cuya existencia desconozco y me recorre una curiosidad tremenda al recorrer con las yemas de mis dedos la carta, y sentirme incomoda al deslizarlas por el nombre de una tal Rose Black...esta carta no debería ser mía, porque yo no soy Rose Black.

Aprieto los labios, con la mirada fija en la carta que sostengo con cuidado, como si tuviera miedo de que le pasara algo con el simple tacto, como si tuviera miedo de que se escapara a la vez, o que se deshiciera...quedándose esta carta en el mismísimo olvido.

Nadie podría mentirme sobre mi identidad, sería...prácticamente imposible ¿verdad?. Esto parecería una película de terror de las que a mi padre tanto le encantan, y no, no soy la protagonista de ninguna de ellas.

Esto es real, yo soy real.

Aun así, el olvido me había nublado la mente tanto, que todo un año había olvidado, y los demás yacían casi sin importancia, al sentirme completamente distinta.

Suspiro ahogadamente, sintiendo el peso bajo mis hombros.

Son solo dos letras las que se de él, ni siquiera podría asegurar que fueran unas iniciales. No todo el mundo que pone dos letras juntas necesariamente quiere decir que son las iniciales de la persona, es incluso como...

Niego con la cabeza lentamente.

Estoy obsesionada con una carta.

Me he replanteado la idea de que fuera una simple broma de mal gusto, muy mal gusto, porque podría serlo ¿cierto? Pero no me da la sensación de que lo sea, y creo que eso es lo que más me aterra.

Cada palabra escrita en tinta, parece completamente sincera, escrita desde el corazón, desde casi el dolor de que...Rose Black, no le recuerde. Son de estas palabras que resultan imposibles que sean narradas mediante una mentira...pero sin embargo, es para ella, para Rose.

-Pero el sobre que guarda la carta, esta decorado con las letras de mi nombre -razono en voz baja, con el ceño fruncido

Mis padres han hecho el ademán de preguntar pero no he sido capaz de decírselo, o quizás mas bien, he sentido que no debería. No sabría identificar el porque, tan solo...¡he sentido que no debía hacerlo! Y no...

Creo que estoy perdiendo la cabeza.

Doblo la carta por la mitad y la deslizo en el interior del sobre de nuevo.

Dejo el sobre con cuidado sobre el escritorio, y cojo las llaves con un movimiento ágil antes de salir de mi cuarto e ir directamente hacia las escaleras donde reina un silencio casi desesperador. No están en casa, casi nunca están.

Introduzco la llave amarrilla en la cerradura de la puerta, y con un sonido corto, indica que ya esta abierta la puerta.

Antes de abrir la puerta, me encuentro con mi reflejo del espejo que yace en la entrada, y me miro durante unos segundos que me parecen eternos. Mi rostro pálido esta acompañado con unas ojeras ligeras que indican mi falta de sueño..., por lo demás, sigo siendo la misma, el cabello marrón oscuro que me llega hasta la altura de mi cintura, los ojos de un mismo color a los que tía Em siempre relaciona con un amanecer, y el lunar tan característico que tengo a un lado de mi mejilla izquierda.

«Sigo siendo la misma, Dalia» me repito, y aun así, no me siento así.

Al salir de casa me recorre un sentimiento distinto. Algo se me ha instalado en el cuerpo desde que recibí la carta y no se identificarla, es un cosquilleo, una incomodidad de sentir que tengo algo en las manos que no me pertenece, es un escalofrío que me recorre toda la columna vertebral cada vez que nombro ¿Sus iniciales? Ni siquiera sé lo que son.

La Memoria de la Primavera | CORRIGIENDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora