7 | Un conductor muy extraño

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 Siempre he pensado que Dalia es...como ella. La diferencia es que no suele atreverse a preguntar las cosas que pasan por su mente. Le da terror las respuestas, prefiere la incertidumbre.

Pero conmigo nunca ha sido así, Amy.

—Mensaje de voz de Kevin para Amy Navarro

El problema de nunca mirar el tiempo, es tocar con las yemas de tus dedos el manillar de la puerta principal de la empresa de periodismo, pero antes, contemplar por el cristal, como la lluvia desciende sin parar y, claro, tu no tenias ni idea.

—Mierda.

Abro con cuidado, como si tuviera miedo de que se rompiese bajo el simple tacto, y el sonido de la lluvia me llega enseguida. Es...casi agobiante.

Miro a mi alrededor, y me encuentro con la soledad que habita a estas horas de la noche y todavía en el umbral de la puerta principal, me cruzo de brazos apoyándome en el marco.

¿Qué se supone que tendría que hacer ahora?

No tengo muchas opciones: no tengo ni paraguas ni capucha. Tendría que haber revisado el tiempo antes de salir.

—No hacia falta aprender de estas formas —murmuro tensa, con el ceño fruncido

¡A mojarse se ha dicho!

Suspiro pesadamente, dejando caer la cabeza para detrás.

No hay casi nadie a estas horas, lo he aprendido con el tiempo. Ya ha oscurecido bastante, así que me cuesta trabajo ver siquiera si hay alguien.

Entrecierro los ojos mirando a mi alrededor con el esfuerzo de ver, y me doy cuenta de que no tiene sentido; Las farolas que normalmente alumbran la calle de piedra, han dejado de alumbrar. Y eso, en definitiva, es tener muy poca suerte.

La empresa de periodismo Stev, está en la capital, se encuentra justo en el centro, y aunque estés lejos, ya entrando por la avenida de la ciudad, puedes ver la silueta del edificio y reconocerla por las iniciales Stev grabadas en el edificio.

Mi casa...es decir, la casa de mis padres, que ahora que lo recordaba, se iban esta misma noche, se encontraba a pocas cuadras de aquí. Solo tenias que cruzar esta calle, justo al lado de la carretera, y en veinte minutos si aligerabas el paso, llegabas sin problema.

De todos modos, no me hacia ninguna gracia caminar por aquí. Y ahora menos. Lloviendo y teniendo en cuenta, que aunque podría ir a casa, ya no habría nadie, y que ahora sí, una pareja de mi misma edad habían comprado la casa al ponerla en venta mis padres anoche.

No sé que voy a hacer.

—¿Dalia?

Me tenso de inmediato apoyada en el marco de la puerta y dejo caer las manos a mis lados.

Esa voz la reconozco. Me giro con lentitud y confirmo lo que pensaba.

—¿Kevin? —pregunto con extrañeza

Claro que es él. Pero eso no hace más que hacer crecer mi confusión.

¿Qué hace dentro de la empresa de periodismo?

Lleva el pelo ligeramente revoltoso como siempre, y...al mirarle de arriba a bajo inconscientemente, me doy cuenta que siempre viste de negro.

Desvío la mirada rápidamente, y veo como frunce el ceño y se cruza de brazos.

—¿Se puede saber que haces aquí?

Niego con la cabeza. ¿Me lo está preguntando, de verdad?

—Trabajo aquí ¿Recuerdas?

La Memoria de la Primavera | CORRIGIENDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora