8 | Vuelta al tiempo y una rosa negra

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Escuché que la señora Black siempre contaba su misma teoría junto a su exmarido. Si te lo preguntas, Rose, como siempre estás en lo cierto; es esa misma teoría que dice que las flores que crecían en primavera contenían recuerdos. 

Pero cielo, ¿por qué una rosa negra? ¿No significa que está marchita? 

Ninguna flor que no esté viva, contiene recuerdos ¿Entiendes por donde voy?

—Carta encontrada por el asistente Miller, antigua propiedad de Rose Black.


—¡A qué no me pillas! —provoco jadeante, corriendo, sintiendo la dificultad de inspirar profundamente a causa del esfuerzo y el corazón latente, despierto.

Cada vez que mis botas hacen contacto con la hierba mojada a causa de la lluvia de la primavera, pienso que cada vez es más sonoro, que mis pasos llenan cada centímetro del campo de cultivo de Bri. 

Noto crecer mi sonrisa lentamente, al escuchar su voz.

—¡Dalia! ¡Para! —exclama él, mientras deja caer su cabeza hacia atrás, con el ademán de recuperar todo el aire perdido— Dios, ¿Dónde estamos?

El sitio que nos rodeaba era precioso, tanta vegetación, tantas flores, tantísimos recuerdos...

No estoy muy segura de donde nos encontramos, pero dudo que me pueda importar menos. Todo era tan...

Me giro al percatarme de algo.

—¡Oye! ¡No me grabes, capullo! —esbozo una mueca, mientras hago un intento de quitarle la cámara de las manos sin cautela alguna

Niega con la cabeza con gracia. Algunos mechones que siempre lleva revueltos, se caen por su frente.

—¡Eh, Dalia! ¡Cuidado! —dice entre risas— Que la cámara vale dinero, listilla.

—¿Se puede saber cuánto tiempo llevas grabando, listillo?

—No te dabas cuenta —sonríe muy inocentemente, aunque de eso, no tenga nada

—Porque estaba corriendo —alzo la barbilla—, y como puedes comprobar, he llegado primera, así que he ganado.

Se cruza de brazos, porque no acepta perder y eso a mi, me sonsaca una risa.

—No debería haber hecho la apuesta.

—Pues lo has hecho, así que...

Acorta la distancia de un paso y...

Me sobresalto.

Una, dos, tres, los latidos de mi corazón van tan deprisa que creo que en algún momento se me va a salir del pecho.

«Respira, Dalia, ha sido solo un sueño», me repito a mi misma, mientras me deshago de la manta que tengo encima, que ahora solo se ha convertido en un peso más, y me incorporo hasta quedarme sentada en la cama. Y tan solo...respiro.

Vuelvo la mirada al manillar de la puerta, muy rápido, casi en alerta, y veo como baja lentamente, hasta que se abre con cautela. Es Em, ya ni me acordaba.

La Memoria de la Primavera | CORRIGIENDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora