3 | La chica del pañuelo amarillo

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Las segundas oportunidades no son malas, no te equivoques, pero si no recuerdas la primera, caerás en el mismo lugar.

—Primer texto anónimo

Es la lluvia chispear contantemente las grandes cristaleras de la empresa de periodismo Stev, el único sonido que parece reinar el lugar cuando decido entrar.

Pienso al instante, lo tan irónico que resulta.

Nos mantenemos callados, y a mi no me parece que esté caracterizado precisamente por el silencio, cuando siempre que publicamos algo, una exclusiva sin importar nada más, una noticia que genere algún desacuerdo...., nosotros, los periodistas, lo que causamos no es más que ruido.

No muchos se percatan de mi presencia, cuando entro por la puerta para ir a mi puesto de trabajo. Tan solo reconozco a Will a lo lejos, un periodista mayor que yo, con un sentido del humor...extraño, pero que resulta amigable. Will Harper, es de un rango más alto que el mío, y aunque muchas veces por distintos rangos, muchos deciden no comunicarse, él me da la bienvenida sonriente, antes de concentrar plenamente su atención en su trabajo. Tan rápido, como si no quisiera que alguien se enterara.

Aunque cada paso que doy, no suene por toda la oficina, pienso que es ligeramente sonoro. Miro a mis lados, a la derecha y a la izquierda, con la cabeza en alto, y descubro a diferentes personas de espaldas que ya reconozco, aunque no haya establecido conversación con casi nadie.

Esta claro, que todos aquí, no están contratados para nada más, que no sea despegar el ojo del ordenador y publicar. Cuanta más exclusiva, mejor. A las Stev, les encantan las exclusivas de cualquier tipo, mientras hayan ojos mirando cada publicación.

Es casi una obsesión.

Las oficinas Stev, son salas grandes, con muchos escritorios distribuidos por rangos de periodistas. Cabe recalcar que se ven a los lejos salas por la puerta con cristalera, donde hay una mesa extensa, a la que razono que podrían ser para reuniones. Aun así, hay mucho de esta empresa, muchas puertas, tantísimas habitaciones, que me genera una curiosidad inmensa.

Deslizo la silla para mi, con delicadeza, y me siento para abrir la carpeta. Otro reportaje, monótono, pero que se me da sorprendentemente bien.

Estoy apunto de encender el ordenador, cuando escucho una voz, presente tras de mi. Una voz un tanto aguda, pero sorprendentemente...cálida.

«Conocida»

—Disculpe.

Me giro tranquilamente, como si no me sorprendiera que hubiera alguien tras de mi. Es al hacerlo, cuando me doy cuenta de que no me había fijado en...esta mujer. No sabia que trabajaba aquí. De hecho, no recuerdo haber visto ese pelo pelirrojo que resulta llamativo, junto a un pañuelo amarrillo.

«La chica del pañuelo amarillo», pienso a mis adentros y no entiendo porque lo razono así.

Me doy cuenta de las pecas que decoran su cara, cuando sonríe ampliamente.

—¡Creo que no me he presentado!—se ríe nerviosa—. Soy Mery.

«Mery», me suena, se me acelera un tanto el corazón. Sonrío a pesar de todo.

—Dalia, encantada.

—¿Dalia? —pregunta en cuanto me suelta la mano con las cejas alzadas a lo que yo asiento— Siempre me ha parecido bonito ese nombre.

Evito la tentación de fruncir el ceño de la confusión. ¿Ya conocía ese nombre? No hay mucha gente que lo haga en esta ciudad, es por eso que me sorprende tanto.

La Memoria de la Primavera | CORRIGIENDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora