6 | ¿A quién te recuerdo, Stev?

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La empresa Stev se fundó hace 15 años. De la mano de su exmarido, Hanna Stev, consiguió realizar la empresa que se plasmaba poco a poco en su cálida imaginación. "Una empresa de periodismo a la voz de la exclusiva". Pero el poder, es un arma de doble filo, de pronto quieres más y más, y al corazón de Hanna ya no le pudo importar nada más.

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—Articulo 1 del periodista Harper. Publicación denegada. Recuperada por Black. 

"RB", deslizo mis manos para formar sus letras con el lápiz. Si quiere hablar con Rose Black, obtendrá una respuesta por su parte. Pero también, si quiero información de lo que pasó... o de quien se supone que soy yo, puede que después de todo, él pueda dármela.

"Lo necesito", pienso, pero al instante, niego con la cabeza y entro en razón.

—Es surrealista —murmuro con los labios apretados, y cierro el sobre con pesadez—. Esto no es para mí.

Y aun así, no me lo puedo sacar de la cabeza y comienza a ser irritante. 

La luz atraviesa -como cada mañana-, las persianas que cubren la ventana de mi habitación, dándome los buenos días. Pero para cuando abro la puerta de mi habitación, las cajas de la mudanza de mis padres, me recuerdan que, en absoluto, no es un buen día. 

Esta noche ya abandonan esta casa. Y yo no se como debería sentirme al respecto.

Intento con todas mis fuerzas no encontrarme con mis padres y me alivia ver, cuando me asomo por la ventana blanca y reluciente, qué efectivamente, su coche tan reconocible no está aparcado. No me gustaría encontrármelos y no saber que decir. Por primera vez, no hay preguntas, tan solo decepción. 

«Me siento más vulnerable» pienso y el nudo en la garganta se me hace más insoportable.

Me visto muy deprisa; es coger el uniforme de trabajo y a los tres minutos ya tenerlo puesto. Me recojo el cabello en una coleta sin prestarle mucha atención y miro hacia arriba para encontrarme con el reloj de pared, que marcan las ocho menos cinco. Voy muy tarde. Entro a las ocho, y para eso, solo quedan cinco miserables minutos. 

Recorro el pasillo con prisas y empiezo a bajar las escaleras, una tras otra. Siento que mientras lo hago, mi mente no para de contar los escalones y con eso, llego a la conclusión de que sobre analizo todo.

Veo las llaves al instante encima del zapatero de la entrada, y deslizo la amarilla en la cerradura de la puerta. Antes de que su sonido me indique que ya la he abierto, me percato de la textura de la madera tan fácil de sentir bajo mis pies. Mierda. Voy descalza.

—Oh genial —vacilo con gracia en voz alta—, buen dato, Dalia.

No tardo mucho de todos modos en ponerme las botas.

Ahora sí, las llaves hacen su característico sonido y al cerrar la puerta de nuevo, comienzo a caminar, recordando el camino, casi hiperventilando. 

Pero el corazón se me acelera al encontrarme con el buzón más cerca de mi casa. Y la presencia de la carta de KB se hace más palpable de pronto.

Es una completa locura. Aun así, parece que no me importa y en cuanto menos me lo espero, ya he alargado el brazo para tirar la carta en el buzón azul.

 La presencia de un hombre conocido se presenta delante de mi. Kevin. 

Frunzo el ceño. ¿Quién es ese chico rubio, que de espaldas, habla tan animadamente con él?

La Memoria de la Primavera | CORRIGIENDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora