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Removiéndose entre las almohadas que lo tenían rodeado para que no se volteara en una posición incómodo para el bebé, el doncel se despertó con las energías un poco más repuestas al día anterior.

La movilidad en sus piernas aún no había regresado por completo a la normalidad, así que sólo por precaución, necesitaba permanecer en reposo durante un tiempo más. Quizás hasta el mediodía, su cuerpo lo requerida.

Esto debido a que de tal forma que sus liberaciones eran extrañamente intensas para la poca resistencia de su  débil cuerpo en espera de un nuevo ser, las consecuencias también lo eran.

Un doncel común y corriente podía llevar una vida normal sin importar cuántas liberaciones experimentara en cualquiera de sus dos etapas: ovulatoria o gestante. El perfecto equilibrio y control de sus hormonas, los mantenían siempre a raya de cualquier alteración irregular en sus ciclos, llegando hasta el extremo de ser imperceptibles para las demás personas de su entorno.

No obstante, cuando un doncel presentaba un desorden y descontrol hormonal anormal por defecto, inmediatamente se convertían en un caso especial que debía ser tratado cuanto antes, esto debido a las posibles repercusiones que podían traer tanto para ellos mismos como para las demás personas a su alrededor.

Desde que tuvo uso de razón, Park Jimin siempre fue diferente. Aún sin tener el desarrollo completo de su cuerpo al llegar a la pubertad, sus padres ya sabían que sería catalogado como un doncel especial, y que por ello, necesitaría llevar un tratamiento más intensivo de lo normal para controlar todas sus liberaciones venideras.

En la escuela media, Jimin fue un chico muy querido por todos en su clase. Se podría decirse inclusive, que fue el amor platónico de muchos y muchas. A dónde sea que fuera, siempre destacaba por su particular brillo y personalidad única.

Sin embargo, como solía pasar muchas veces con los donceles especiales, todo eso no iba tardar en cambiar al llegar a la famosa etapa del cambio, la pubertad.

Jimin recibió el diagnóstico de su condición de doncel desde muy joven, por lo que cuando comenzó la escuela, ya sabía que en algún momento de su crecimiento experimentaría los cambios propios de la pubertad y con ello, también sus primeras liberaciones tanto emocionales como hormonales.

Lo entendía muy bien, estaba más que preparado para su llegada. Pero lo que no se esperaba en lo más mínimo en su inocente pensar, es que sería catalogado como un caso especial de alto riesgo desde los once años.

Cuando tuvo su primera liberación hormonal, su débil cuerpo no pudo resistirla y terminó hospitalizado durante todo un día entero en una habitación cerrada, vacía y completamente silenciosa.

Los médicos le ordenaron el aislamiento completo, pensando que tal vez se sentiría afligido y temeroso de entrar en contacto con otras personas, dado que en su ingreso al hospital había llegado empapado en sudor y otras secreciones corporales.

Más desafortunadamente, lo que menos deseaba en ese momento el pequeño Jimin, era estar solo. Pero su débil voz pidiendo esa ayuda, nunca pudo ser escuchada.

El pésimo trato recibido por la ineptitud de los médicos, lo dejó con ese profundo temor implantado; una habitación blanca de hospital, una cama y una mesa en el extenso vacío de las cuatro paredes, un solemne silencio que le permitía escuchar hasta sus propios latidos acelerados del corazón por la incertidumbre de no saber por qué lo tenían encerrado de esa manera.

Sólo tenía once años cuando pasó por todo eso en su primera liberación, y ni siquiera la denuncia después impuesta por sus padres en el centro de salud, le pudo eliminar el trauma que había vivido en esa habitación por setenta y dos horas seguidas, tres días completos.

Entre ronroneos y caricias [YM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora