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Después de un largo día intentando completar las tareas del hogar, Jimin finalmente sucumbió al cansancio.

Su cuerpo ya no respondía con la misma agilidad de antes, especialmente ahora que bordeaba los ocho meses de embarazo. Su cuerpo ahora estaba en una etapa donde cualquier mínimo esfuerzo podría ser perjudicial para el bebé que llevaba en su vientre, por lo que cada gesto debía estar impregnado de ternura y protección.

Su madre le había advertido muchas veces sobre las dificultades que conllevaba ser padre soltero, y más aún, teniendo en cuenta su condición como doncel especial. Pero Jimin, siendo tan terco como de costumbre, había seguido adelante con el procedimiento de la inseminación artificial con donante.

Su deseo de ser padre lo cegaba de tal manera que simplemente no escuchaba razones. Sentir una pequeña vida ir creciendo dentro de él lo llenaba de tanta felicidad, que toda su triste soledad cotidiana se desvanecía y transformaba en un vínculo inquebrantable con su futuro bebé.

Solo eso necesitaba, nada más.

—Meow~

Aunque bueno, la situación no era tan así en realidad.

—Perdón, Señor Gato, ¿quieres venir a sentarme con nosotros al sofá? —le ofreció Jimin al minino que estaba dando vueltas sobre sus pies, queriendo ser también invitado a su acompañamiento.

—¡Meow! —maulló el pequeño felino, como si realmente entendiera lo que le decía su amo.

Jimin sonrió de medio lado y le palmeo un lado del sofá, indicándole por donde debía subir. Señor Gato entendió el mensaje, y de un salto, subió al sofá.

Con sus suaves patitas comenzó a palpar el mejor lugar para acostarse, y cuando lo encontró, se echó sobre el vientre crecido de su amo. Cerró sus pequeños ojitos para descansar del arduo trabajo que conllevaba ser el protector de la casa, y comenzó a ronronear suavemente para su amo.

—Cuando nazca mi bebé, espero que me ayudes a cuidarlo —le susurró Jimin, acariciando con cariño su extenso lomo negro. Señor Gato, agradecido por el masaje, pero sorprendido por el mensaje, volteó a verlo contrayendo en demasía sus pupilas verticales—. Y no me mires, sabes muy bien que solo estamos tú y yo en esto. Serás como el hermano mayor de mi bebé y le darás mucho amor, ¿entendido?

Retomando sus ronroneos con más calma, las pupilas del pequeño felino se fueron dilatando poco a poco hasta parecer dos enormes orbes de color negro y maulló bajito, aceptando la propuesta de su amo con devoción y firmeza.

El doncel sonrió, agradecido por su incondicional apoyo siempre en todo, y le dió una pequeña caricia detrás de la oreja. Señor Gato, complacido por el gesto, apoyó su pequeño mentón sobre la extensa barriga del doncel y siguió ronroneando.

Toda la escena parecía tornarse perfecta para enmarcar el momento en lo más emotivo del día, pero el doncel, inquieto por querer expresar algo más, comentó:

—Mañana me toca ir a consulta con el doctor Min y estoy un poco nervioso. —En sus bellos belfos se dibujó una diminuta sonrisa tímida y se removió ansioso debajo de la manta—. Sabes, él es muy bueno y amable.

—¿Meow?

Las orejas del felino se agudizaron en todo lo alto apenas escuchar ese nombre y alzó la mirada juzgona hacia su amo.

—N-No pienses mal, es solo que... —Un cálido rubor se apoderó de sus pálidos mejillas por su confesión, como si estuviera revelando un secreto íntimo a alguien más—. Es solo que, varias veces me ha ofrecido su ayuda. Ya sabes, por si tengo algún problema con el bebé y cosas así...

Siendo juzgado por la mirada seria del felino, Jimin comenzó a jugar nerviosamente con sus pequeños dedos de los pies por debajo de la manta que lo cubría.

Cada vez que Señor Gato ponía esa cara larga, era una clara señal de que algo no le gustaba, y para su mala suerte, casi siempre era así cuando se trataba de su amable doctor Min.

—S-Sabes, mejor olvida todo lo que dije. Sigamos viendo la televisión —puchereó el doncel hacia su gatuno acompañante, quien no dejaba de verlo con sumo recelo por su anterior comentario.

Después de ese pequeño momento incómodo, el felino regresó a su anterior posición, recostándose sobre la redonda barriga de su amo. Giró un poco su cabecita para ver también la enorme caja brillante y ruidosa que su amo miraba todos los días a la misma hora y se quedó ahí, disfrutando del calor corporal que emanaba de su amo.

Solo era una tarde más de tantas, una conversación más del día, un pequeño descanso extra para calmar la soledad entre ambos.

Porque no importaba lo que dijeran los demás, una buena compañía a veces venía en cuatro patas y mucho pelo.






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Entre ronroneos y caricias [YM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora