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— ¿No sabés dónde está Felix?

—No sé, Hyunjin. —Minho suspiró—. Pero podemos empezar sin él.

Minho quería creer que el pucherito de Hyunjin no tenía ningún poder sobre él, pero en el fondo, sinceramente, le daba lástima.

Tuvieron la clase del nivel avanzado ellos dos. Era raro sin Felix, pero también era más fácil avanzar con la clase cuando Hyunjin no estaba distraído.

En toda la tarde, la música del gimnasio no volvió a molestar. El volumen se mantuvo tal cual Minho lo había dejado a la mañana, lo que demostraba que la música fuerte no era tan indispensable: si se hubieran dado cuenta, lo habrían subido.

Estaban cambiando sus zapatillas de danza por el calzado habitual cuando Jeongin golpeó la puerta.

—Vengo a invitarlos a la inauguración de nuestro gimnasio, mañana al mediodía —dijo con una sonrisa que hubiera engañado a cualquiera, excepto a Minho. Minho quiso decirle que no gastara una invitación en ellos porque no pensaban ir, pero Hyunjin habló antes:

— ¿Vos sabés dónde está Felix?

—Sí, Felix está acá. —Jeongin señaló el local de al lado.

Hyunjin gritó y salió corriendo. Minho salió detrás de él, por pura curiosidad. Felix estaba en el gimnasio, sosteniendo una sentadilla y haciéndole ojitos a Changbin que apoyaba su mano sobre su cintura.

Hyunjin se largó a llorar. Minho tuvo que abrazarlo.


—Echá el azúcar en ese bol y batí todo junto —Minho ordenó. Le dio un batidor a Hyunjin y siguió pesando la harina, luego la mezcló con una cucharadita de polvo de hornear. Nunca había preparado una receta dulce, pero estaba decidido a poner toda la dedicación que hiciera falta para que saliera perfecta.

— ¿Sabés a quién le gusta hornear galletitas?

—Sí, lo sé.

—A Felix —Hyunjin se contestó a sí mismo—. No entiendo cómo pretendés distraerme haciéndome hornear galletitas.

Minho suspiró.

—Si le dijeras cómo te sentís, te ahorrarías todo este drama. Además, estamos haciendo algo bueno.

— ¿Estás tratando de llevarte bien con el gimnasio?

Minho le alcanzó una botellita de esencia de vainilla.

—La verdad que no. Agregá una cucharada de eso.

— ¿Entonces?

—No podemos caer con las manos vacías a la inauguración de mañana —explicó Minho. Hyunjin hizo un sonido de aprobación—. ¿Le pusiste una cucharada?

—Sí.

—Ponele otra.

Hyunjin se fue después de meter las galletitas al horno. Minho se quedó cuidándolas mientras limpiaba la mesada en silencio. Era hermoso. Debería haber mandado todo a la mierda y quedarse encerrado en su casa, sin escuchar a nadie nunca más.

La campanita del horno perturbó la paz cuando sonó, pero Minho no lo lamentó. La idea de venganza lo hacía sentir motivado.

Silencio [Minsung] 📻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora