❝𝘏𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝙢𝙪𝙚𝙧𝙩𝙚 𝘯𝘰𝘴 𝘷𝘶𝘦𝘭𝘷𝘢 𝘢 𝘳𝘦𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳 ❞
† † †
¿Qué pasaría si... ves morir al amor de tu vida frente a tus propios ojos. Pero resulta que tiene un hermano gemelo, y...
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Londres, Inglaterra.
(1 mes después)
El pecho me dolía de tanto llorar.
Extrañaba su presencia en la casa, su voz, su risa, su canto en la ducha o al momento de cocinar, sus bromas, sus besos al despertar y a la hora de dormir... ¡Ni siquiera sabía como diablos administrar el negocio!
Realmente me hacia demasiada falta.
Una parte de mi murió aquel día junto con él, la otra parte ni siquiera comprendo porque sigue aquí, aferrándose a la vida.
—¡Por que, tú! —estampé el vaso de cristal contra el suelo sin dejar de admirar el portarretrato con una foto suya frente al mar. El resto de alcohol se regó sobre el piso de mármol y los cristales brinconearon por doquier. No estaba ebria, estaba harta de la vida, cansada de sentirme como un alma en pena rondando en el purgatorio.
No era una chica religiosa, tampoco atea. Tenía mis creencias, y eso no implicaba a cualquier religión.
El teléfono comenzó a sonar, no era alguno de mis tonos destacados que lograba identificaba desde el primer segundo. Era el que venía por defecto.
«Lucifer, ¿me has llamado desde el más allá?»
Enfurruñada extendí el brazo para tomar el móvil, la pantalla marcaba un número desconocido. No le di importancia y rechacé la llamada, dejé el móvil donde mismo y me dispuse a servirme más whisky en el vaso que...
Olvidé que había destruido.
Suspiré frustrada y decidí beber directo de la botella, no estaba de ánimos para levantarme del sofá e ir por un vaso nuevo. Cerré los ojos para deleitarme con la acidez y amargura de la bebida. Nuevamente el celular volvió a sonar, era el mismo número desconocido, repetí el proceso de colgar para seguir bebiendo sin importar qué.
Una tercera vez sonó, ahora se trataba de un número con lada de otro país. Con el +1 obtuve respuesta para saber que pertenecía a los Estados Unidos.
