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Abrí mis ojos lentamente y enseguida volví a cerrarlos cuando la iluminación golpeó mis pupilas debido a la jaqueca e inconsciencia vaga

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Abrí mis ojos lentamente y enseguida volví a cerrarlos cuando la iluminación golpeó mis pupilas debido a la jaqueca e inconsciencia vaga. Una pista de jazz resonaba a la lejanía, transporandome a la década de los 50s. Cuando ni siquiera formaba parte de este mundo. 

Después de eso balanceé mi cuerpo para sentarme en el mueble, emitiendo un áspero gruñido, desconcertada. Noté que estaba en un sitio desconocido, mis pies tocaron el suelo y por instinto me levanté para salir corriendo de ahí.

O eso quise intentar, porque el equilibro en mis piernas me traicionó. Caí al suelo y volví a levantarme, enseguida la pista musical se pausó, dejándose escuchar algunas pisadas al final del pasillo.

Y entonces recordé el porqué me desmayé. Cuando su silueta apareció en la entrada de la sala jugando con un encendedor. 

—Joddie —pronunció mi nombre en un tono gélido.

Me quedé atónita desde el suelo, llevándome una mano a la garganta con el pecho subiendo y bajando. El sujeto dio un paso al frente, por inercia alcé la mano.

—¡Detente! —bramé con un nudo en la garganta. Comenzando a hiperventilar.

Él obedeció alzando las manos a los costados de su cabeza, mostrando rendición.

—Tranquila, solo escúchame—dijo y yo seguía sin parpadear, con las lágrimas bajando sobre mis pómulos —. Tampoco asimilo su muerte, me duele mucho a decir verdad. Pero tampoco puedo decir que comprendo tu dolor, porque el duelo de ambos es diferente  —comenzó a desplazarse a pasos lentos—.  Joseph fue mi cómplice de travesuras, juegos, maldades, éramos tan solo unos críos, unos malcriados inocentes... sobre todo él.

Se detuvo al frente, se arrodilló a mi altura y pude contemplar la réplica exacta de sus ojos. Solo que estos no reflejaban brillo propio. Seguí desviando la mirada en cada ángulo de su cara, este hombre tenía una ligera barba muy bien recortada, haciéndolo notar un poco mayor a su edad. En cambio Joseph prefería lucir su rostro liso, más juvenil.

—¿Lo vez?, no soy él —intentó persuadir entre susurros.

—Ya —respondí con la mirada clavada en sus ojos.

—Quisiera invitarte a tomar un café como si nos conociéramos toda la vida. Pero no es el objetivo principal, no busco socializar con la viuda de mi hermano, solo quiero justicia al igual que tú—sacó un pañuelo de su gabardina y me lo tendió—. Límpiate esas lágrimas.

—¿Por qué nunca oí hablar de ti? —con las manos temblorosas tomé el pañuelo, centrándome en la textura aterciopelada. Seguía perpleja, en shock.

—Es una larga historia —arrugó el entrecejo llevándose una mano al mentón como si pensara en algo—. ¿Te suena la historia del príncipe Harry, el hijo de la princesa Diana?

—Algo así.

—Digamos que conmigo sucedió algo similar, renuncié al legado y a mi padre se le hizo fácil enviarme a otro país. Me enlistó en el ejército cuando solo tenía diecisiete años, Joddie. Según fue un castigo por querer revelar los retorcidos secretos que ocultaban—confesó con la frialdad que lo caracterizaba—. Prácticamente Joseph terminó siendo su conejillo de indias, su peón en el tablero y mira donde terminó.

✧ The night we met | Joseph QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora