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Recorría la sala de un lado a otro mordiéndome la uña del pulgar por lo retardada que se estaba haciendo la espera

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Recorría la sala de un lado a otro mordiéndome la uña del pulgar por lo retardada que se estaba haciendo la espera. El reloj marcaba exactamente las 8:15 de la noche y no habían señales del agente Quinn.

—Es un irresponsable, ¿Ya viste la hora que es?, pff lleva quince minutos de retraso —repliqué cruzándome de brazos frente al sofá, donde Noah se encontraba acostado jugando candy crush.

—Tal vez se le atravesó en el camino una chica linda y se perdieron por ahí para hacer sus cositas—comentó con gracia sin despegarle la mirada a la pantalla del celular—. Pero estoy seguro que cuando te mire con ese suculento vestido color perla, quedará cautivado y perdido entre tus curvas.

—No empieces —arrugué la nariz con molestia, llevándome una mano a la cintura—. Él es lo suficiente mayorcito como para saber organizar sus horarios de adulto irresponsable, porque eso es lo que es—enfaticé con el ceño fruncido—. Además... a mi no me importa que se revuelque con quien sea, es su vida, no la mía y solo estamos por negocio —le resté importancia.

Noah apagó el móvil y lo colocó encima de su pecho para poder contemplarme mejor. O más bien con una mirada divertida.

—Vaya... con ese carácter y esa belleza encantadora, me volvería heterosexual por ti—argumentó subiendo y bajando las cejas, soltando una risa nasal, muy burlona. Amenacé con lanzarle el bolso y él se echó a reír—. Pero como no he visto al sexy policía con su vestuario de dios griego, mi homosexualidad sigue en pie. No te hagas falsas ilusiones, amiga—me guiñó el ojo.

Coloqué los ojos en blanco, extrayendo el celular de mi bolso para llamar al agente. Aunque la teoría de Noah cobraba sentido, por eso nunca me fié de los chicos americanos que volvían locas a las europeas, porque al final de cuenta terminaban siendo unos mujeriegos, arrogantes, mentirosos e irresponsables.

Dios, creo que estoy un poco alterada.

El teléfono sonaba, pero Anthony no lograba coger la llamada. Estuve insistiendo un par de veces, antes de marcarle por última vez, rechazó la llamada y al último apagó su celular.

—No va a llegar, se supone que la reunión sería a las ocho en punto —volví a guardar el móvil, dirigiéndome hacia la salida sin mirar atrás —. Lo haré sola, no necesito al señorito perfecto.

Escuché que Noah se levantó del mueble y con rapidez se colocó las crocks para seguirme como un cachorrito al que sus dueños lo dejaban solo en casa, cada vez que se iban a trabajar.

—¡Ey, Ey! —corrió hacia mi—. Estás de coña ¿no?—preocupado, sostuvo mis hombros e hizo voltearme como silla giratoria—. Rayos, no lo estás... bueno, por lo menos déjame ir contigo.

—No, tú quédate aquí —tomé su mano para detenerlo. Él empezó a negar, al mismo tiempo que forzaba su bracito de fideo para que lo soltase—. Esto podría ser peligroso, entiende—insistí.

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⏰ Última actualización: Aug 27, 2023 ⏰

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✧ The night we met | Joseph QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora