❝𝘏𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝙢𝙪𝙚𝙧𝙩𝙚 𝘯𝘰𝘴 𝘷𝘶𝘦𝘭𝘷𝘢 𝘢 𝘳𝘦𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳 ❞
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¿Qué pasaría si... ves morir al amor de tu vida frente a tus propios ojos. Pero resulta que tiene un hermano gemelo, y...
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Su encantadora sonrisa se amplió cuando deslizó el anillo de compromiso en mi dedo anular. Los presentes se levantaron de sus respectivos asientos, unos aplaudían, otros alzaban las copas en el aire para brindar por nuestro compromiso. Lo habíamos hecho oficial en la apertura del nuevo casino en New York.
—Es increíble —murmuré atónita admirando el pequeño diamante que resaltaba en la sortija.
—Tú eres increíble, mi niña —corrigió con una cálida sonrisa, contemplándome con aquellos ojos de amor que siguieron mirándome igual desde que nos hicimos novios hace cuatro años—. Siempre has estado conmigo en los momentos difíciles, me has soportado, me has hecho reír cuando he tenido días malos —dejó escapar una suave risa y después me envolvió entre sus brazos recargando la barbilla en mi cabeza—. Te amo, Joddie, nunca me cansaré de hacerlo, ni de repetirlo, eres el amor de mi vida, la chica que tanto anhelé.
Alcé la mirada sin dejar de sonreír con calidez, tomé su rostro entre mis manos y lo acerqué al mío para plantar un suave beso en sus labios.
—Y tú el mío, Joseph Quinn, te amo con toda mi alma, con todo mi ser.
Joseph era dulzura, amor, demasiado bueno para este mundo. En pocas palabras era perfecto, demasiado. Así como fui la mujer que tanto anheló, él era el hombre que tanto soñé desde que fui una niña. Una niña que esperaba ser amada de grande de la misma manera en la que los príncipes amaban a las princesas.
