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Cuando la cena terminó Izuku se puso de pie y guardó las cosas que habían utilizado, para después, mirar al rubio cenizo con nerviosismo.

-Creo que también tomaré un baño-informó, echando a andar hacia el bosque.

-Iré contigo-respondió el cenizo poniéndose de pie y adelatándose.

-N-No es necesario, yo...

-¡Andando!-gritó callando así cualquier replica del pecoso, quien bajó la mirada y caminó detrás de él.

Sabía que al peliverde le apenaba que lo viera desnudo, por desgracia Kacchan había dejado cicatrices en su autoestima que serían difíciles de sanar después de pasar tanto tiempo maltratándolo física y psicológicamente. Era su culpa que Deku se sintiera tan inseguro de su cuerpo, pero Katsuki no estaba dispuesto a dejar que se bañara solo en el río a esa hora de la noche y en el bosque más peligroso del continente. No señor, él iba a protegerlo. Si bien nunca fue un buen alfa, al menos quería ser un buen amigo.

Se lo debía.

Al llegar, Izuku se dirigió al mayor sin mirarlo.

-K-Kacchan, ¿p-podrías darte la vuelta?

Katsuki lo miró con tristeza. Suspiró y asintió, dándole la espalda.

-Como sea.

Así el pecoso comenzó a desvestirse. Desató los cordones de su vestido verde y lo dejó caer. Se quitó su capa con capucha, sus botas rojas y su mochila, donde cargaba sus sustancias mágicas. Se aseguró de que el rubio cenizo no lo estuviera viendo y entró al agua, soltando un chillido al sentirla helada. Algo lógico al estar tan cerca de las heladas tierras del norte.

Suspiró resignado, y comenzó a lavarse sin saber que la mirada rojiza del omega rubio no perdía de vista ninguno de sus movimientos.

Bakugou tragó saliva al detallar su piel blanca repleta de constelaciones de pecas, tan bella, tan suave y apetecible. Esas piernas, esos muslos, ese trasero tan bien formado y esos ojos tan brillantes llenos de admiración y amor que solo lo miraban a él.

"Eres hermoso, Izuku."

Apartó la mirada, consciente de que de seguir viéndolo no podría controlarse, aunque en realidad ya era tarde. El calor invadía su rostro, sin poder sacarse de la cabeza lo bien que se sentiría probar esa blanca piel y sumergirse en medio de esos suaves muslos que sólo una vez se había dignado a tomar.

Izuku había formado parte de su harén cuando aún era un alfa y el Rey del Norte. Su querida madre, la Reina Mitsuki, lo había obligado a recibirlo a pesar de ser consciente de los abusos y maltratos de su hijo para con el pequeño omega, decidida a cumplir con sus tradiciones y evitar que la furia de los dioses cayera sobre su hijo por rechazar su regalo, pues para Katsuki fue humillante y vergonzoso que su destinado fuera un inútil sin magia cuando él había nacido para la grandeza. Merecía lo mejor, no iba a conformarse con cualquier cosa e incluso cuando cedió a hacerlo parte de su harén se encargó de que no olvidara lo inferior e insignificante que era, negángole tomar su apellido, como cada omega debía hacer y reduciendolo a ser un mero sirviente.

Esa fue la primera y última vez que estuvo sexualmente con él. Fue un requisito para que Deku pasara a ser uno de sus omegas, nada más. En aquel entonces había odiado como nunca haberse perdido en el delicioso aroma del peliverde, haber disfrutado cada momento con él y haber salivado más que cuando follaba con su esposa o sus otros omegas.

Sin embargo, ahora daría lo que fuera por volver a probar esa piel y sumergirse entre sus piernas hasta llegar al cielo. Se exitaba con solo recordar el sabor de sus jugos y su semen, su aroma intenso deleitando sus fosas nasales, sus ojos llorosos, sus mejillas sonrojadas y sus rojos labios chillando de placer.

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