Maravillosa coincidencia

Capítulo uno: Horrible coincidencia

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—Lo siento, Harry... pero deberíamos darnos un tiempo. —La joven pelirroja, dejó escapar un suspiro cansado, y observó fijamente los ojos verdes.

El hombre parpadeó y dejó de beber la taza de té, de sus labios entreabiertos se podía distinguir cómo el líquido se deslizaba por su mentón hasta caer.

Harry se quedó mirándola sin saber qué decir o que hacer, ella finalmente, casi rendida, bajó la mirada, y tomando su bolso se marchó de la pequeña cafetería en la que estaban teniendo una cita.

Harry Potter se preguntó brevemente si su suerte en la vida era mala.

Es decir, tu novia, con la que llevas más de tres años, la que luchó a tu lado en la guerra, tu casi alma gemela. Acaba de terminar su relación.

¿Y por qué? No lo sabe.

Sin saber qué hacer, se queda como una estatua. Todavía sigue sin procesar la noticia.

¿Por qué? ¿Qué hizo? ¿Qué no hizo? ¿Por qué ella tomó esta decisión? ¿Dónde murió el amor?

Un brazo dejó un pastelito en la mesa atrayendo su atención.

—No pedí esto —murmuró ido.

—Ella lo hizo —Le respondieron.

¿Por qué lo dejó tan abruptamente? ¿Se enamoró de alguien más?

No lo entiende, ayer tuvieron una cita maravillosa, comieron en un buen restaurante, incluso la gente pensó que eran recién casados, y ahora, con tal simpleza, le decía algo que cambiaba la vida de los dos.

—Ella ya no lo comerá —dijo sin mucho ánimo.

¿Sin explicación, sin nada? ¿En qué diablos pensaba? ¿Había hecho algo tan malo que Ginny necesitaba dejarlo así de fácil? ¿Sin más que una corta frase?

Sin pensar en sus sentimientos, en las consecuencias, en la manera en que era tan repentino que todavía no podía salir del asombro.

¿Tres años significaba esto para ella? Un simple, ¿tomémonos un tiempo?

—Pues alguien va a tener que pagarlo —continuó hablando la irritante voz que sonaba igual que Draco Malfoy.

Asombrado giró la cabeza.

Observó un delantal de tono café suave, atado a una pequeña cintura, alzó la vista, y vio casi embobado, a un hombre delgado, con labios rosas y pequeños, con unos ojos tan grises que el azul hielo en ellos destacaba por la luz que entraba por la ventana.

Lo acaban de terminar, y el primero en enterarse debía ser él.

El estúpido, jodido, y ¿diferente? Draco Malfoy.

—¿Vienes a burlarte de mí? —preguntó sin poder creer la horrible coincidencia.

—¿Te crees tan importante para que lo haga? —La voz burlona, acompañada de esa ceja alzada, hizo algo en el corazón de Harry.

Sí, le hizo querer partirle la bonita nariz.

Se levantó de la mesa, y sacando su billetera bruscamente, le arrojó el dinero en el pecho.

—¡Trabajar en una cutre cafetería muggle te queda fantástico, Malfoy! —gritó infantilmente.

El chico, ni siquiera parecía molesto, le dio una mirada tranquila, arrugó suavemente su mejilla, cuando sus labios se tensaron en una ladeada sonrisa.