Capítulo cuatro: Una horrible actitud

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Harry se removió incómodo en la cama, finalmente, Malfoy había logrado conciliar el sueño, pero él, continuaba pensando en las futuras amenazas que aparecerían durante la noche.

Malfoy, entre sueños, se abrazó a su costado, Harry se lo permitió, no era la primera vez que buscaba calor mientras dormía. Agitaba la cabeza rubia, mientras movía las manos en busca de algo a lo que sostenerse.

Suspirando, rodeo su cuerpo debilitado con su brazo. El chico emitió un ruidito que sonaba como una palabra mal dicha. Harry, con cuidado, lo abrazó con fuerza, acurrucándose para dejar esa cabeza suavecita contra su pecho, apoyó su mentón en ella, e inhaló profundamente.

Había cosas buenas de dormir con él, su aroma era una de ellas, suave, refrescante, le daban ganas de apretar y morder. Lo dejaba relajado, como si fuera un somnífero agradable y adictivo.

Abrió los ojos cuando escuchó un murmullo.

—Tengo frío. —El suave lamento le encogió el corazón.

Observó a Malfoy, sus ojos entreabiertos, pero idos, ese chico estaba hablando dormido. Lo cubrió con las delgadas mantas lo mejor que pudo, y utilizó cada parte de su cuerpo para mantener el calor.

Apretándolo contra su pecho, frotando sus pies con los suyos, entrelazando sus piernas, incluso cuando sus entrepiernas quedaron firmemente presionadas, no se movió de su sitio, fue un poco incómodo sentir su miembro apoyado contra el de otro hombre, pero estaba tan cómodo que fingió no darse cuenta.

Además, Malfoy no tenía mucho para llenar la ropa, pensó orgulloso de tener mejor herramienta.

Estaba cerrando los ojos, cuando nuevamente el chico rubio comenzó a murmurar, entre sus balbuceos había palabras que podía entender.

Harry se preguntó brevemente si no estaba acostumbrado a dormir, si quizás a esta hora seguía despierto, asustado con los peligros de la noche. Tal vez, su cerebro aun no entendía que estaba a salvo e intentaba despertarlo.

Con ligeras caricias en su espalda, lo consoló hasta que se quedó en silencio. Le entristeció saber que Malfoy incluso en sueños no encontraba tranquilidad.

Sería bueno irse de este lugar, opinó más seguro de su decisión, podría dormir sin tener pesadillas, sin murmurar lo asustado que estaba.

Malfoy no era tan fuerte como aparentaba ser, pensó antes de cerrar los ojos. Quizás debería ser más amable, cuidar de él, como no cuide de Ginny.

Una ligera advertencia estalló en su cabeza, un peligro que no supo identificar, pero estaba demasiado cansado para pensar en ello.

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Draco observó la casa del chico de oro. Desgastada, vieja, e irremediablemente perfecta. Grimmauld place, era, sin duda, adecuada.

Hogareña, aunque oscura, amplia, pero lo suficientemente pequeña para hacerse bolita frente a la chimenea y sentir que no hay nada más que calor a tu alrededor. Donde el frío ya no podría tocarlo.

Y lo mejor, es que el sitio seguía estando en el mundo muggles, así que fácilmente podría...

—¿Te gusta? —preguntó una irritante voz.

Draco desvió la vista, observando de reojo como el hombre de ojos verdes entraba a la casa con una pequeña maleta, Malfoy sabía que esto sería un periodo breve de tiempo, así que no se molestó en traer todas sus cosas.

Maravillosa coincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora