Capítulo catorce: Una maravillosa tarde

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Potter le sujetó de las mejillas, besó su frente y su nariz. Draco podía sentir su boca sobre la suya incluso antes de que se tocaran.

Sintió su magia chispeante picar en sus labios, como electricidad, o una alergia que comienza a lastimar su piel.

Pero nada lo lastimó, solo quedó la sensación de cosquilleo que perdura hasta que él realmente pone sus labios sobre su boca.

Es su veneno y su medicina.

Draco sintió por primera vez la magia de Harry quedarse en piel, entrar por su garganta y calentar el frío que lo carcomía por dentro.

Estaba robando su magia, pero incluso si su cabeza detectó eso, y sus manos intentaron alejarlo.

Harry no lo alejó, aunque ambos sabían que estaba alimentando a un monstruo.

Tembló cuando golpes en la puerta se hicieron presentes nuevamente. Le dio una mirada a Harry, que había arrugado el entrecejo de inmediato.

Él se alejó después de morderle el labio inferior.

Draco aún sentía su lengua juguetear con la suya.

—Creo que no le pegué tan fuerte —comentó exasperado—. Sabía que un puñetazo no era suficiente, debí noquearlo con magia, pero no quería desperdiciarla con él, no cuando tú necesitas tanto de mí.

Draco le acarició la mejilla atrayendo su mirada. Sus ojos verdes chispeaban entre el deseo de besarlo o abrir la puerta para silenciar al acosador.

—No es culpa suya —murmuró entristecido—. Es mía, porque lo obligó a sentir cosas que no existen realmente. Ambos sabemos que soy peligroso y dañino.

Harry le acarició los ojos, limpiando las pequeñas lagrimitas que habían comenzado a fluir.

—Borraré su memoria —dijo arrugando el entrecejo—. Para que él ya no exista en tu cabeza, no soporto la idea de que llores por otro hombre.

Draco lo observó asombrado. Con una sonrisa leve, negó con cansancio.

—¿Borrarás los recuerdos de todos los que me conocieron? —preguntó suspirando—. ¿De todos los que fueron hechizados por mi encanto?

Harry pareció meditarlo. Draco sabía que eso era imposible, había bailado y cantado para tantos muggles que tendría que hechizar a media ciudad.

—Lo haré si me prometes algo —sugirió Harry con una sonrisa—. Nunca, pero nunca, le sirvas un té a alguien. Es sentido común, Draco, te verías maravilloso y, más encima, complaciente, claro que crearías un caos en la cabeza de cualquier hombre.

Con las mejillas enrojecidas, asintió. Ambos sabían que nunca se le dio bien ser complaciente. Pero, Potter era tan dulce, así que haría una excepción con él y le prepararía té por el resto de la vida.

—¿Tampoco te lo puedo servir a ti? —preguntó con una cosita vibrando en su pecho.

Harry contuvo la risa, su rostro se acercó y su nariz se frotó contra la suya.

—Solo a mí —dijo besando sus labios—. Solo me puedes servir té a mí, y si me amas, que sea repugnantemente dulce.

Draco gimoteó anhelante, aunque sabía que estaba causándole daño a Harry, sentía que no podía detenerse.

—¿Aun así te lo beberás? —preguntó emocionado.

Cerrando los ojos, sintió sus labios moverse contra los suyos. Él chupaba el labio superior, y jugaba con el inferior. Lo hacía desear más.

Maravillosa coincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora