No me culpeís de mi hermosura

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Dedicado a mí.


DON QUIJOTE DE LA MANCHA

II PARTE DEL CAPITULO XIV

No vengo, oh Ambrosio, a ninguna cosa de las que has dicho, respondió Marcela, sino a volver por

mí misma, y a dar a entender cuán fuera de razón van todos aquellos que de sus penas y de la

muerte de Grisóstomo me culpan. Y así ruego a todos los que aquí estáis me estéis atentos, que no

será menester mucho tiempo ni gastar muchas palabras para persuadir una verdad a los discretos.

Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y de tal manera, que sin ser poderosos a otra cosa, a

que me améis os mueve mi hermosura, y por el amor que me mostráis decís y aun queréis que esté

yo obligada a amaros. Yo conozco con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo

hermoso es amable; mas no alcanzo que por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por

hermoso a amar a quien le ama; y más que podría acontecer que el amador de lo hermoso fuese feo,

y siendo lo feo digno de ser aborrecido, cae muy mal el decir quiérote por hermosa, hazme de amar

aunque sea feo. Pero puesto caso que corran igualmente las hermosuras, no por eso han de correr

iguales los deseos, que no todas las hermosuras enamoran, que algunas alegran la vista y no rinden

la voluntad; que si todas las bellezas enamorasen y rindiesen, sería un andar las voluntades confusas

y descaminadas sin saber en cuál habían de parar, porque siendo infinitos los sujetos hermosos,

infinitos habían de ser los deseos; y según yo he oído decir, el verdadero amor no se divide, y ha de

ser voluntario y no forzoso. Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi

voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien? Sino, decidme: si como el

cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me 

amabais? Cuanto más que habéis de considerar que yo no escogí la hermosura que tengo, que tal

cual es, el cielo me la dio de gracia sin yo pedirla ni escogerla; y así como la víbora no merece ser

culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérsela dado naturaleza, tampoco

yo merezco ser reprendida por ser hermosa; que la hermosura en la mujer honesta es como el fuego

apartado, o como la espada agua, que ni él quema, ni ella corta a quien a ellos no se acerca.

La honra y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe parecer

hermoso; pues si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y alma más adornan y

hermosean, ¿por qué la ha

de perder la que es amada por hermosa, por corresponder a la intención de aquél que por solo su

gusto con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda? Yo nací libre, y para poder vivir libre

escogí la soledad de los campos; los árboles de estas montañas son mi compañía; las claras aguas

deestos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y

PPQVPRIMERO PUTAQUE VAGABUNDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora