mis dos Castillos

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He tenido dos Castillos, uno que me follaba, mientras me aplicaba el tinte y otro que me daba por el culo, mientras me leía algún libro de literatura clásica, entre más escuchaba su voz en lectura, más me excitaba, más placer sentía, más me endemoniaba. Me peluquiaba y me peinaba, mientras clavaba su enorme naturaleza en la mitad de mi espalda, gemía bajo, cerca a mi oreja, cuando había más clientas en la peluquería, me clavaba su verga larga, gruesa y curva, de perfecta anatomía para mi profunda vagina constrictora, seguía leyendo, y a cada frase empujaba más mis traseros sentidos, en su mano izquierda sostenía el arte de amar de Ovidio, mientras con su mano derecha agarraba las riendas de mi cabello, tirando mi cabeza hacia atrás, me está leyendo más fuerte, tira las riendas más fuerte, cabalga, sigue cabalgando, la silla de la peluqueria comienza a crujir, pienso en el aceite 3 en 1, la silla sigue el contoneo ruido del peluquero que con disimulado movimiento, continua su fricción en mi espalda, hora de hacerme shampoo, con la capa azul oscura puesta, la cabeza gacha, la revista Jet Set a punto de resbalarse de mis piernas, me dirijo al lavado de cabello, que queda al fondo en el baño, el que está ubicado fuera de la mirada de la manicurista y del otro peluquera, otro peluquera; porque no alcanzo a distinguir si es un él o una ella.

Este Castillo con la mano izquierda en mi cabeza, evitando que el cabello se suelte y Se derrame el tinte, con la mano derecha levanta la capa azul oscura, se levanta la bata-traje de peluquería blanca, busca el cinturón, se desabrocha, baja la cremallera, yo sigo en posición con el culo listo, para verga, porque además no ha quitado su mano izquierda con guante de cirujano de mi cabeza, olvidémonos del condón, que quita emoción a cualquier acto sexual, con solo nombrarlo, sentí el chasquido de sus babas en su mano derecha, luego sentí sus dedos pringar de babas  el lindel de la entrada de mis labios vaginales , la puntica suave y babosa , luego la carrera hacia el infinito, recostada en la cama , sentí que me venía por tercera vez, que verga tan rica!!oh por Dios!!pago pa' que entre, léeme, azótame, sigue leyendo, dame, puta peluquero,dame, muérete en mi culo cerdo. 

Esto pasa a las vagabundas que construyen un Castillo, pensando en otro.

PPQVPRIMERO PUTAQUE VAGABUNDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora