Capítulo 12: Coyote y correcaminos.

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- Última llamada para los pasajeros del vuelo con destino a Madrid - la voz del altavoz hace que Nadia y yo nos soltemos del abrazo entre lágrimas.

La semana ha pasado tan rápido que apenas he tenido tiempo de disfrutar de ella por las clases y los turnos en la cafetería. Los chicos le han hecho compañía y la han invitado a ir a varios ensayos porque saben lo mucho que le gusta, y también porque no querían que estuviera sola mientras yo estaba en la uni, cosa que tendré que agradecerles luego. Por las tardes, ha venido a visitarme al trabajo y ha tomado café conmigo y con Bella en los descansos. He de decir que me siento muy aliviada de que ella y Bells se lleven tan bien. Desde el primer momento que las presenté fue como si hubieran sido amigas de toda la vida, y ahora yo nos llamo Rachel, Mónica y Phoebe de broma.

Pero ella tiene que volver a España, siento un vacío en el pecho a pesar de que la veré en un par de meses, aunque también me quedo con el corazón lleno como me pasa cada vez que estamos juntas. Entre Georg y ella no ha pasado nada importante, pero por lo que me ha dicho Bill, no se han separado ni un día y sé que a mi amiga le gusta mucho asique espero que puedan volver a verse pronto y lo que sea que hay entre ellos florezca. Ella me ha dicho que Georg prometió ir a visitarla en cuanto pueda y puedo ver la emoción en sus ojos. Espero que cumpla su promesa o tendré que romperle el bajo en la cabeza. Pero no es momento de violencia.

- Avísame al llegar - digo mientras me seco las lagrimas de la mejilla y ella hace lo mismo.

No dice nada, solo asiente y vuelve a abrazarme y yo me quedaría así eternamente. Nadia es mi lugar seguro, mi hilo rojo, mi media naranja, y mi persona, todo en uno y odio tener que separarnos pero lo hago porque no quiero que pierda el avión, aunque en el fondo no me importaría.

- ¡Te quiero Se! - grita mientras se aleja corriendo hacia la puerta de embarque y se gana unas cuantas miradas de la gente allí esperando.

- ¡Te quiero! - respondo y la veo desaparecer por el pasillo que conduce al avión.

De repente, tengo la sensación de que el aeropuerto se hace más grande y cada vez hay más gente que me acorrala y me asfixia. Me cuesta respirar, no llevo bien las despedidas y esto lo demuestra, asique como puedo me abro paso entre la gente y salgo por fin a la calle. Me doblo un poco sobre las rodillas intentando recuperar el aliento y otra lágrima rueda por mi mejilla.

Ahora mismo solo me apetece meterme en la cama y llorar hasta que se me pase, pero en vez de eso mis pies instintivamente comienzan a caminar hacia la playa y yo no los freno.

Sé que el mar me hará bien, siempre lo hace.

Ya son las seis de la tarde y el sol se empieza a esconder cuando mis pies por fin tocan la arena. No hay mucha gente y tampoco mucho oleaje asique aprovecho y me siento a la orilla para que el agua me roce la piel. Observo el atardecer y mi mente se deja llevar por mis pensamientos, por todo lo que he vivido en estos dos meses, la universidad, las clases, el trabajo, los amigos que he hecho y otros que no lo son tanto. Y mi cabeza vuelve a Tom.

No le he visto desde aquella noche en su casa porque cada vez que tenía un rato para los chicos, él no estaba. Me pregunto si me está evitando o ha sido coincidencia. Probablemente sea lo segundo, ya sabemos todos que es un chico ocupado con sus miles de pretendientes y apenas le queda tiempo para el resto.

Mi vocecita interior suena molesta asique me pongo los cascos, sin dejar de observar el océano, e intento acallarla.

Cuando oscurece del todo pido un taxi y regreso a casa porque mañana tengo clase a primera hora y no me gustaría que el Sr Smith - mi profesor de fundamentos - me cogiera manía por llegar tarde de nuevo. Pago y cruzo la puerta para subir las dichosas escaleras que siguen sacándome el corazón por la boca cada vez que las uso.

Todas mis vidas | tom kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora