Capítulo 13: Hechizo.

162 10 0
                                    

Hacía un rato que Tom se había ido, pero yo seguía en la misma posición en la que me había dejado.

Estaba tumbada en la cama con la vista clavada en el techo, procesando lo que había ocurrido hacía ni veinte minutos. Ni siquiera cuando oí la puerta de la entrada cerrarse con un golpe me atreví a moverme, seguía paralizada; como si él aún estuviera encima mío y su efecto volviera a hacerse presente. Tan solo cuando había susurrado su nombre, Tom había parecido salir del trance en el que estaba y me había soltado para largarse sin decir nada. Pero el recuerdo de sus ojos sobre los míos, su aliento caliente en mi cara y su nariz rozando la mía aún estaba ahí y yo no dejaba de repetir la escena en mi cabeza una y otra vez.

No no no, esto se acabaría aquí. Nada de pensamientos sobre él, nada de ratos a solas, nada de bailes y nada de jueguecitos peligrosos.

No me permitiría que la situación avanzara más y correr el riesgo de empezar a sentir algo, porque no podía, simplemente no era posible. Puede que a veces un rayo de luz asomara entre la oscuridad que Tom emanaba y me cegara un poco, pero sabía que en el fondo seguía siendo el mismo gilipollas que había conocido hacía dos meses, y no estaba dispuesta a darle la oportunidad de tratarme y usarme como al resto. Porque estaba segura de que eso era lo que haría.

«Le detestas Serena, y eso no va a cambiar» me repito a mí misma una y otra vez mientras entro en la ducha para despejarme un poco. También cuando me pongo el pijama, cuando deshago la cama, mientras hablo con mi madre por teléfono y sobretodo al apagar la luz e intentar dormir.

Antes de abandonar mi mente al sueño, pienso una última vez en lo mucho que odio a Tom kaulitz, o al menos, en lo mucho que me gustaría hacerlo.

Al día siguiente:

- Si Bill estoy bien, pero no me grites - suplico media dormida contra el teléfono porque ayer estaba demasiado agotada y confusa como para llamarle.

- ¡¿Como se te ocurre ir por ahí sin batería?! Si te llega a pasar algo no podrías haber avisado - levanta la voz, haciendo caso omiso de mis palabras, y yo aparto mi oreja del móvil para pegarla otra vez e intentar calmarlo, porque son las ocho de la mañana y tengo el peor despertar del mundo.

- No le di importancia, lo siento ¿vale? - me calzo, cojo la mochila y las llaves y me dirijo a la parada del bus. Hoy tengo seis largas horas de clase por delante y parezco más un zombie que una persona - además le pedí a Tom que os dijera que estaba bien.

El recuerdo de su hermano sobre mí otra vez me hace tropezar y caer bruscamente contra el asiento del autobús. Genial, después me saldrá un moratón del tamaño de Canadá en la pierna; pero Bill corta mis pensamientos de golpe.

- Tom no volvió a casa anoche, pensé que se había quedado contigo - dice y noto como sonríe al otro lado de la línea al pronunciar esas palabras.

- Preferiría dormir en la calle a pasar una noche con tu hermano, Bill - digo y él suelta una carcajada - cuando llegué pensé que había un ladrón y casi me lo cargo, pero luego me lo explicó y se aseguró de que estaba bien asique se largó - y omito la parte en la que le tuve encima mía y con nuestros rostros a centímetros de distancia.

- Seguramente habrá pasado la noche con Iris - dice despreocupado y yo no puedo evitar hacer una mueca.

«Le odias, le odias, le odias» pienso otra vez y a este paso voy a tener que tatuármelo en la frente.

Después de hablar con Bill durante todo el trayecto, pedirle perdón unas cien veces y prometerle que les compensaría a todos por las molestias, cuelgo y entro en mi primera clase de hoy. Ojalá mi universidad fuera igual que en gossip girl y solo tuviera que asistir durante cuatro episodios de esta serie llamada "la patética vida de Serena".

Todas mis vidas | tom kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora