Memories

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TOC, TOC.

Después de esta mañana tan, rara digamos, Kyle pensó que no vendría esta noche y valla que se equivoco.

No tenía ningún ánimo para lidiar con Stan el día de hoy, por lo que decidió ignorar los recientes golpes en su ventana dando lugar a golpes repetitivos y constantes. Desistió de inmediato, lidiaría con el por un rato y luego se irían a dormir, por lo menos esa era la idea.

Bajo de su cama, descalzo y despeinado, andaba sin su característica ushanka, Stan había venido algo tarde y estaba más cansado que nunca. No había podido dormir exactamente bien pensando en los sucesos pasados, ayer no paso mucho en particular y de hecho la ducha funciono de maravilla. Aún se repetía en su mente el coqueteo barato de su amigo, sabía que eran bromas, pero su subconsciente le traicionaba.

Abrió la ventana dando entrada al borracho, menos borracho que ayer, pero más que las primeras veces.

— Amigo, en serio deberías dejar la bebida — Le había dicho esa línea tantas veces y el caso que le hacían.

— S-si, lo se — Siempre la misma respuesta.

Kyle decidió dejar la ventana abierta para que entrara algo de la brisa nocturna y refrescante que circulaba a esas horas, alto calor que hacía en su habitación.

El viento frío soplo en su cara con fuerza, moviendo sus cabellos de un lado a otro,  acompañado con su ceño fruncido le daba a su perfil un aura de ferocidad. Stan observaba claramente la molestia del otro y la culpa atravesó su pecho como una daga sabiendo que el era él culpable de aquella expresión.

— Kyle, hay... algunas cosas, que he estado pensando y, tal vez, descubriendo — Hubo un silencio algo incomodo, el pelirrojo creía saber a lo que se refería, él también había estado pensando un poco — Y y-yo... yo no se que hacer Kyle — Sintió el dolor en su voz, con cada palabra esta se quebraba más — No se que hacer, y yo... ni siquiera puedo pedir tú ayuda.

— Hey Stan — Llamó. Suspiró al aire y cerro los ojos como meditando sus siguientes palabras — Siempre, siempre, podrás pedir mi ayuda, no importa lo que pase, no importa de que se trate.

Esas palabras cayeron como torrente de presión sobre sus hombros, provocando dolor, en este caso emocional, justo en su pecho. Sus rodillas perdieron fuerza cayendo hacía adelante afincado en ellas, a la par que pensaba y agradecía que su amigo fuera tan comprensivo, en verdad lo quería, lo amaba, pero ahora se cuestionaba si su forma de amar era la correcta entre ellos.

— Cuenta Stanley, estoy aquí — Cerro los ojos y bajo la cabeza relajando su ceño — Para ti — Musitó con cariño.

Múltiples lágrimas salieron de los ojos del pelinegro y seguido de ellas comenzaron sollozos, se sentó en el suelo y se acurrucó entre sus propias rodillas, escondiéndose en ellas.

Había estado pensando, estando sobrio, en todos los momentos que compartió con su amigo, ¿su amigo sentía algo por él? No lo sabía, lo dudaba y no tenía valor para buscar confirmación o negación, sin embargo, él si sentía algo por su amigo. No sabía que le molestaba más, si darse cuenta ahora o saber que lo sabía pero afirmaba amar Wendy.

Y es que, ¿como no amarlo?

Y es que, ¿como no amarlo?

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