C12. Mañana Campestre.

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Say, heeey, good lookin... ¿Whaaat you got cookin? ... ¿How's about cookin something up with meee? —Abrió la reja, bebió de su cantimplora y fue en busca de las bolsas de cemento. La mañana fuerte, que quemaba la piel ¿No es esto invierno? Hace más calor que en cualquier otra estación, carajo. —¡Pa'! —Pero no hubo respuestas. Tomó la palanca y reventó la puerta, el cobertizo, la fila de palas, picos, clavos colgando las hachas, los serruchos. Pero no venía a ello, de hecho, el rifle lo tenía su padre. —There's soda pop and the dancin's free... So if you wanna have fun, come along with me. —Cargo una bolsa en su hombro y las fue sacando una por una afuera. Si tenían algunas quejas por el candado roto, pues les diría que había sido un oso.

Las nubes parecían llegar tarde al trabajo, el sol igual y seguía vigilándolo de cerca. Una vez hecho el trabajo, camino de nuevo adentro de la casa, el pueblo campestre, que se prestaba para ser allanado y nadie se daría cuenta, algún animal, algunas bolsones y dios que lo hubiese hecho, pero pensándolo mejor, no concordaba con el tipo de persona que buscaba ser.

El cuerpo moribundo de su padre se recostaba en la mesa, apenas abrió la puerta corrediza el olor alcohol lo invadió, casi con las ganas de vomitar. Tomó la carta que se remarcaba entre sus piernas. Como acto de piedad le desabrocho los botones de la camisa. Le quito los zapatos, y se fijó que aun tuviese pulso. Guardo el papel en su bolsillo. En los cajones debajo del lavabo; Posaba el rifle, en la encimera estaba la mira; La guardo en el último bolsillo de su mochila, con ese tono verdoso, agujereada por todos lados. Con parches de chaquetas y suéteres rotos que las ratas le carcomían. Engancho el rifle en su hombro, con cuidado de que no se cállese.

Say, heeey, good lookin... —Salió del hogar, con los ojos encandilados. La puerta con manchones de pintura a falta de un timbre. La cerca que prohibía de su inauguración.

No estaba muy lejos del bosque, tomó su patineta y prosiguió hasta la esquina. Espero que el semáforo cambiase de color, aún si el vecindario estaba vacío. Fue a la derecha, los aspersores le remarcaron su camino. Un Bull Terrier ladra detrás de las rejas, aprisionado con las ganas de correr junto al Mastín Napolitano.

El camión color blanco lleno de paquetes, el marido sale a trabajar y algunos niños vuelven de la escuela. Ahora por la izquierda.

Debía de seguir el largo camino, casi infinito. Que, llegados un punto, las casas desaparecen y existe solo la carretera, formando en los laterales una pequeña colina, que da al alargado prado. Decoran sus filas los antiguos pinos. Cruza el puente que deja a algunos ciclistas cruzar el gran río.

Intercambia el rifle por la patineta. Deja la mochila en el suelo antes de ello. La mira telescópica que le da siempre un dolor de cabeza. Hacía mucho que no disparaba algo vivo. Era de jugar con él, y aunque se defraudara así mismo; le había servido para salir de apuros de los tantos carroñeros que varias veces le habían querido robar la paga del día.

Se subió al hombro, perdía su peso. Camino con cuidado de que no se le cállese de las manos. Retumba entre las paredes de hojas el sonido de las ramitas partidas al medio, su pronunciada tos, lo carrasposa de su garganta.

Siente un ruido a la lejanía. Abre la recamara y cae en cuenta que aún no ha cargado. —Vamos, vamos. —Debajo de las carpetas y de una inexplicable . Encuentra la caja que tanto busca, la sacude con el corazón a mil, y por suerte no está vacía. —Bingo. —Carga una bala. Y cierra, en el tren que lleva al cartucho a la recamara, lista y precisa para amortiguar en cualquier carne viva que ose cruzarse en su camino. Y ahí lo vio, alumbrado entre la oscuridad de las once de la mañana.

Corre detrás de él, alertándolo, sus audífonos saltan al ritmo de la música. —Mierda, mierda, ¡Mierda! —Cae por el corto barranco, pero continua su carrera. Los árboles se separan, pero por el camino de tierra y piedras no denota a ningún ciervo. Continua su búsqueda en la descontinua parte del bosque.

[CANCELADA]- Plan, Acto Y ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora