Epílogo II

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-¿Me pones una cerveza, por favor?- el hombre asiente en mi dirección.

Llevo una hora aquí y ya me quiero ir. 

Pero no puedo.

La mujer de mi amigo ha montado todo un despliegue para hacer la fiesta de revelación del sexo de su quinto hijo, ¿por qué la gente sigue teniendo hijos? Si ya tiene cuatro, ¿para qué quiere otro más?

Al final, por fin van a tener una niña, y eso llena a Dwice y Allissa de felicidad. 

Sí, contra todo pronóstico siguen juntos. Quién lo diría, ¿eh? Cuando ella acabó la universidad se reencontraron, empezaron a verse, y hasta el día de hoy. Se mudaron a Texas pero han vuelto al pueblo dónde todo empezó.

- Lobo solitario - me giro en su dirección y sonrío de lado al ver como se acerca a mi - ¿Dónde estabas metido? Casi no te he visto en toda la fiesta.

- A un lado, ya sabes que lo de ser protagonista no se me da bien - suelta una carcajada y viene a mi lado.

El hombre al que le he pedido la cerveza me la da y él hace chocar su botellín con el que yo estoy sosteniendo, haciendo que brindemos. Ni en su boda había tanta gente como la hay aquí.

- Es muy fuerte el poder de convocación que tiene tu mujer - Dwice ríe. No exagero cuando digo que tal vez hay unas doscientas personas aquí, ni si quiera soy consciente de la cantidad de niños que hay correteando por aquí. En estos momentos me alegro de o tener hijos-

- Le encantan estas cosas, ya sabes, cosas de mujeres - se encoje de hombros - Estamos contentos de estar de vuelta.

Yo también lo estuve en su momento. Nunca pensé que volver a América me haría tan feliz, pero así fue mi vuelta después de quince años. Forjé nuevos vínculos, encontré un trabajo me compré una casa... Lo que se espera de cualquier persona adulta, imagino.

- No tardaré mucho en irme - le aviso.

- No te preocupes tío - me choca la mano y nos damos una especie de abrazo a modo de despedida.

- Despídete de Alli por mi, va a ser misión imposible hacerlo.

Ríe de nuevo, me acabo la cerveza y desaparezco del enorme jardín de mis amigos. Pero primero voy al baño. Al salir, me choco fuerte con alguien, una mujer, que casi se cae, si no llega a ser porque le sujeto de los hombros.

- Disculpa - me apresuro a decir - ¿Se encuentra bien?

Ella eleva la vista hacia mi y me fijo en algo. Conozco esos ojos, y ella parece reconocer que también conoce los míos. Entrecierra los suyos y me mira más fijamente.

- Male - ella sonríe en mi dirección.

Es una sonrisa genuina, igual que la estoy poniendo yo ahora mismo.

- Hola Dest - su sonrisa se ensancha, y con ello también la mía.

No me puedo creer que nos hayamos encontrado aquí. Ni si quiera he sido consciente de que ella estuviese aquí hasta el momento en el que he visto sus ojos. Esos ojos que miré por última vez cuando tenía diecinueve años, y que ahora, veinte después, he vuelto a ver.

La edad le ha sentado genial. No parece que tenga casi cuarenta años.

Sus ojos siguen igual de preciosos y vivos que siempre. Su pelo está largo, muy largo, y no hay rastro del flequillo ni de ese rubio tan platino que la caracterizaba. Ahora es más natural, más adulto. Su forma de vestir, de igual manera. Pero se mantiene jovial y en forma.

- No me puedo creer que estés aquí - ríe ella.

- Ya, ni yo.

- ¿Qué ha sido de ti?

¿Que qué ha sido de mi? Me reformé en Italia, me puse a estudiar, me hice mayor. Tuve una novia que me volvió completamente loco y volví aquí. Buscando tranquilidad y paz.

- Estoy bien, viviendo aquí. ¿Y tú?

- Vivo en Nueva York, hemos venido a pasar acción de gracias con la familia.

Hemos. Imagino que ese hemos es que no ha venido sola. ¿Se habrá casado? ¿Tendrá hijos? ¿Uno o más? Y no me pone triste, o cabizbajo. Al revés, me alegro. Me alegro profundamente de que su vida haya plena, placentera y feliz, y que lo siga siendo por muchos años.

Destinee fue mi primer amor. Y fui tremendamente malo con ella. Desde el día uno supe que no era bueno para ella, pero así se dio. Yo era un cabra loca, y no me di cuenta de todo lo mal que se lo hice pasar hasta que me di de bruces contra la realidad. Ahora me acuerdo de estar cuatro o cinco meses en Italia, como un zombie. Sin salir de casa de mis padres, ni si quiera entrenar, me deprimí mucho, y parecía que eso iba a durar para siempre. Pero no fue así, y mi manera de cerrar fue tatuándome la frase que le escribí en nuestra polaroid que le escondí en aquel libro, esperando que en algún momento la encontrase y se acordase de mi, de nosotros y de lo que tuvimos. No he tenido nada tan intenso y tristemente bonito como lo que vivimos juntos, pero imagino que todo el mundo tiene una historia así en sus vidas.

Nunca me iba a olvidar de aquel nosotros que tuvimos. Y lo que un día odiaba sentir, ahora lo recordaba con nostalgia y una sonrisa en la cara.

- Mamá - aparece en escena una chica rubia, con los mismos ojos que ella, no tendrá más de catorce o quince años, y al momento se que es su hija - ¿Nos vamos? La abuela nos está esperando.

- Ahora voy cariño- la adolescente asiente y se marcha.

- Te tienes que ir - ella asiente, pero la expresión de alegría no ha desaparecido de su cara - Me ha alegrado mucho verte, Dest - le agarro de un brazo y ella sonríe de nuevo, colocando un mechón que ha caído tras su oreja.

Y me pilla desprevenido lo que hace. Me atrae hacia ella y me da un abrazo. Y me dejo abrazar, y le abrazo también. Porque hacía mucho que nadie me abrazaba y ella siempre había sido de abrazos, y porque era Destinee, y me despedí fatal de ella hace veintiún años, y nos lo debíamos. Paso sus brazos por su cuerpo, que sigue siendo igual de pequeño y delgado a cómo lo recordaba.

Siento una calidez tremenda en ese abrazo que nos estamos dando que me hace cerrar los ojos, y ese calor me transporta a cuando fuimos algo, a lo mucho que nos quisimos y lo mal que lo hice yo. A que ella sigue siendo igual de buena a cómo lo era antes, y que ambos hemos pasado página, estamos sanados, con nuestras respectivas vidas en orden, y deseándonos, en silencio, el uno al otro lo mejor de manera  completamente sincera.

Nos separamos y ella se aleja.

- Cuídate mucho, Male - asiento en su dirección y ella se va.

He visto en su brazo algo, que me ha resultado tremendamente familiar. Y sonrío mientras pienso en que sí, en que la seguí queriendo mucho tiempo después de marcharme. Y por eso me tatué aquello, igual que ella también lo hizo y lo lleva en su brazo grabado en su piel.

Puedo dejarte marchar y seguir queriéndote.

Y así fue.

Todos tenemos a ese primer amor que no se olvida. Que gana en intensidad y locura a cualquier otro, y este ha sido el mío.

¿Vosotros también tenéis uno?

.................

He sido muy contraria a publicar la segunda parte del epílogo.

Lo tenía escrito desde hacía mucho tiempo, y con mi vuelta a Wattpad me topé con él. Me sorprende la manera en la que cambia una en unos pocos años. He decidido ser fiel a lo que escribí, pero cambiando solo unos pequeños detalles.

Lo habíais pedido mucho, y tal vez sea algo innecesario, pero dada la acogida que tuvo (y sorprendentemente sigue teniendo) en su momento y lo importante que ha sido para mi, de alguna manera siento que os lo debía, a todas esas personas que sintieron algo leyéndola.

Este es el punto de vista de Male, veintiún años después de su despedida.

Corto pero es lo que queríais :)

¡Muchs gracias por todo el apoyo!

El monstruo IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora