Capítulo 2 · ¿No Eres Ella?

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Actualidad, 2023.
📍 Miami, Florida.




Casa llena, había de todo. Amigos, mujeres, bebidas y una que otra cosa ilegal por ahí —desde pastillas, polvos para inhalar, hierba—, lo que alguien como yo necesitaba, igual los panas que no querían parar con la increíble after party que habíamos logrado. Todos comenzaban a descontrolarse, las chicas se tocaban por encima de la ropa, otras se subían a las sillas o mesas, incluso en el sofá, contorneaban sus caderas al ritmo de Don, Tego y Hector el Father.

—¿Disfrutas de la noche? —me dijeron al oído y levanté la cabeza, era una rubia hermosa con tetas grandes—. Porque parece que no, ¿puedo sentarme con usted?

Me hice a un lado sin hablarle, ella se sentó pegadita a mi en el sofá cuidando de su trago y sonrió.

—Soy Alice, te conozco... ¿Vos me recordas?

Negué—. Pero no lo tomes a mal, ¿okay? No recuerdo a casi nadie de los que están en el lugar, ya estoy un poco mal...

Abrió su boca en un enorme círculo y asintió aún sin dejar de sonreír, nos miramos por unos segundos y me volteó la cara para besarme. Fue demasiado rápida, apenas podía procesar lo que estaba haciendo pero tampoco hacía nada para quitarme, me gustaba que a veces me hicieran esto, ¿y qué mejor una mujer con tetas grandes?

—No tiene novia, ¿cierto? —mierda,ese acento colombiano.

—No, no hay pareja... No hay nadie, tú tranquila —y la jalé, pasando mi mano detrás de su nuca para besarla de nuevo.

La chica no se echó para atrás, ella misma accedió sin tener que decir nada. Puso su mano en mi cadera, ahí por dónde caía mi amigo que empezaba a ponerse duro. Yo no la soltaba, no nos separábamos ni para coger aire y me gustaba sentirme así de asfixiado.

—Tócame...

Pasé mis manos por sus tetas y gimió sobre mis labios, abrí los ojos y me alejé de golpe mirándola, ella confundida elevó una ceja y le señalé con un movimiento de cabeza la puerta.

—Dale pal' baño, no hay que perder el tiempo.

—¿Seguro?

Asentí rápido—. Dale ven, sígueme.

La tomé de la mano y me levanté del sofá, Alice venía detrás de mi, podía escuchar como sus tacones chocaban contra el piso mientras corría intentando seguirme el paso. Yo con unas cuantas zancadas, me encontraba fuera de la habitación, ella sonreía con los ojos bien abiertos y me acariciaba la mano.

—¿Dónde está el baño?

—No sé —respondí mirando en todas direcciones, ya estaba más idiota que antes, me sentía mareado—. ¿Tú lo ves?

—Sé por dónde está —dijo llevándome con ella sin soltarme la mano.

Antes de entrar por la puerta que tenía ese marco con la figura de baños en color azúl, me pegó contra la pared y me besó de nuevo. Sus manos subían y bajaban por mi entre pierna, yo la tocaba con ganas, apretaba sus tetas y le apretaba las nalgas y también contra mi cuerpo, jalaba un poco su cabello para tener acceso a su cuello y de a poco bajar y besarle lo que podía alcanzar de ella —quién era solo un poco más alta que yo—, no me ganaba por mucho, solo que debía ser de mi estatura y esos tacos la elevaban un poco más.

—Entremos ya... ¡Vamos! —me jaló desesperada al interior del baño y comenzó empujando todas las puertas de los cubículos asegurándose que estuvieran vacíos—. Cierra con seguro, dale... Vente.

Se abrió de piernas y se hizo para un lado él pantie. Me quedé con la boca abierta y casi me caigo yendo a donde estaba, saboreándome como un loco, le metí los dedos y la besé.

Al instante mi respiración cambió, mi temperatura aumentó y el calentón debajo del bóxer era notorio, no me tardé nada y lo saqué para metérselo sin demora. Justo cuándo estaba a punto de hacerlo, ella estaba de espaldas a mi, aventándome las nalgas para atrás y le di unos azotes, le apretaba y luego palmeaba un poco suave para ahora si, darle con todo.

La tomé de la cintura con fuerza y separé un poco sus piernas, ella se inclinó un poco dejándome ver como entraba y salía. Aumenté el ritmo, sus manos se aferraron al lavabo de mármol, yo solamente oía sus gemidos y como casi le hacía aullar.

Casi termino, papi...

Puñeta, estás bien rica —fue lo único que pude decir entre tanto gimoteo.

Se sostuvo un momento de mis manos, las cuales seguían aferradas a su cintura, le di uno, dos y tres hasta adentro, con fuerza hasta que logré lo que tanto buscaba y me vacié dentro de ella. Sacudí un poco sin salirme de esa deliciosa y calentita —cosita rica—, me limpié el sudor de la frente y sonreí como todo un ganador.

—Acho... Emily... Mami, qué rica —sonreí jadeando, muriéndome por seguir en el motel.

—¿Me dijiste Emily? —se enderezó sin salirse y comencé a lamentarme al ver su reflejo en el lavabo—. Soy Alice.

—Sorry, baby... No sé qué carajos me pasó, yo...

Se quitó despacio, jaló unas cuantas hojas de papel de esa máquina y me dió un par. Ella comenzó a limpiarse, hice lo mismo —después de quitarme el condón que no sé cuándo me lo puse—, aún viéndonos, yo negaba arrepentido.

—Ni siquiera te conozco y te...

—Sin compromisos, no te preocupes —acarició el filo de mi mandíbula y luego me dió un pellizco debajo del lóbulo de mi oreja—. Cuándo quieras, yo estaría dispuesta... Sin tener algo serio, claro...

—Discúlpame, Alice.

Me subí la ropa y salí de ahí rápidamente.

Iba trotando desesperado, golpeando puertas hasta que una de ellas se abrió y entré, me dejé caer al lado y tirado en el piso, con las manos apoyadas en mis rodillas, negué con lágrimas en los ojos.

—¿Cuándo voy a superarte, Emily? ¿Hasta cuándo voy a seguir así? Pensando en ti, puñeta —me pasé las manos por la cabeza con rabia y chasqueé la lengua.

Debo parar esto, ya no es normal.

SOMOS EX ‹ OMAR COURTZ ›.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora