MONSTERS (ADAPTACIÓN- TRADUCCIÓN)

PARTE 15

—Estoy enamorada de un chico.

Ekaterina, la hermana pequeña de Elena y el innegable amor de su vida para siempre -esto último dicho estrictamente por la propia niña- irrumpe en el salón con las manos en alto y un tono alegre.

Lena, que está tirada en el sofá con migraña, echa una mirada a su hermana y pone los ojos en blanco.

—¿Cómo se llama?

Ekaterina se sienta con las piernas cruzadas sobre la mesa de centro y Lena está demasiado irritada para preocuparse.

—Se llama Alex y es tan, tan, tan guapo.

—¿Qué tiene de guapo?

—Es el mejor coloreando de toda la clase, y me deja comer sus patatas fritas cuando no quiere más. Es perfecto.

—Me alegro por ti, Eki.

—¿Has querido a algún chico?

—Quiero mucho a papá, ya lo sabes.

—¡No, tonta! Papá no es un chico, es un papá —. Ekaterina suelta una risita tierna.

—Entonces nunca he querido a un chico.

—¿Nunca has estado enamorada?

Lena suspira en los cojines del sofá. Su cabeza late con fuerza y se siente excepcionalmente vulnerable teniendo en cuenta los acontecimientos que tuvieron lugar en su habitación hace una hora. Ha sido un día muy largo y aún no puede creer que todo sea cierto.

—Yo... sí.

—¿De quién? —Ekaterina se levanta de la mesita con cara de emoción.

Parece tan entusiasmada que Lena desearía estarlo también.

—Alguien.

—¿Quién? — Lloriquea Ekaterina prolongando la e y brinca en su sitio.

—Alguien.

—¡Se lo voy a decir a mamá!

—Ella ya lo sabe.

Ekaterina hace un puchero.

...

—¿Sabes lo que vas a decir?

—Absolutamente no.

—Yulia.

—Irina.

—Pensé que habíamos hablado de sacarte la cabeza del culo ayer.

—¿De eso estábamos hablando?

La chica se golpea la nuca y pone los ojos en blanco.

—Simplemente acércate a ella y ponte en plan... —, Irina se encorva, se mete las manos en los bolsillos y asiente con la cabeza como si fuera una matona, —Oye, Lena, te quiero. ¿Ves esa puesta de sol? Corramos hacia allá.

—¿Por qué querría que corriéramos hacia el sol?

Irina pisa fuerte, literalmente pisa fuerte, su pie con indignación.

—Se supone que es romántico.

—Por cierto, yo no hablo ni tengo ese aspecto.

—¡No se trata de eso! ¿Por qué haces esto mucho más difícil de lo que tiene que ser?

Yulia se inclina hacia delante y apoya la cabeza contra el interior de su casillero, dejando que sus gemidos y suspiros vibren contra las paredes metálicas.