𝟐𝟒

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Where do we go from here?

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Where do we go from here?

La salud de Konon había empeorado los últimos días. Su cuerpo ya no reaccionaba a los medicamentos y los achaques eran cada vez más fuertes. Heeseung había tomado el caso desde que la chica fue ingresada, en conjunto con el doctor Lincoln. Konon estaba en la sala de cuidados intensivos siendo vigilada por enfermeras las 24 horas del día ante las órdenes del doctor Lee. Esa noche las cosas no estaban bien, había tenido fuertes convulsiones en las últimas horas y tuvieron que aplicarle relajantes, lo cual, en su condición, no es lo correcto.

El reloj marcaba las 2:26 A.M cuando un desaliñado y cansado chico se apareció en el consultorio de Heeseung, vestía casual, unos jeans maltratados acompañados de una camiseta blanca y un abrigo de chándal. Su cabello rizo bastante largo y desarreglado; las ojeras adornando su juvenil rostro y, los cachetes que un día se tornaban de un cálido rosa ya no estaban, fueron sustituido por la palidez y un moretón debido a una pelea que tuvo en el bar, bueno, solo intentó separar a dos sujetos.

La mirada preocupada del médico inspeccionó al muchacho, se sentía fastidiado de verlo así todos los días. Era la misma rutina de siempre. Heeseung incansables veces le había ofrecido su ayuda, que se mudaran ambos con él y el chico siempre se rehusaba.

—Hola, Heeseung—Su notó de voz era bajo, agotado. Tomó asiento sobre la camilla ubicada a una esquina de consultorio.

Heeseung dejó la Tablet sobre su escritorio y se sacó los lentes, para que Ni-Ki visualizara mejor la cara de disgusto que le colocaba cada noche que lo veía llegar en esas condiciones.

—Bebé... no me mires así...

El médico suspiró poniéndose de pie.

—Número uno, no me llames bebé. Aquí el más joven eres tú. Número dos, estoy cansado de verte llegar así todas las noches— Buscó unos utensilios en una pequeña vitrina de pared que allí había—. Un día de estos vas a colapsar, Ni-Ki.

—Si mi hermana muere...—Hizo una pausa, para suspirar y retener las lágrimas— No me importaría colapsar.

—No digas eso—Heeseung le dio una mirada furiosa mientras preparaba una inyección—. Eres joven, apuesto, tienes toda una vida por delante. Terminaras la escuela e irás a la universidad y quien quita qué allá encuentres al amor de tu vida, luego te casara, tendrás hijos. Así será —Dicho eso, se acercó hasta el muchacho de ojos apagados—. Te pondré estas vitaminas, necesitas energías y temo por tu salud. Recuéstate.

El chico se quitó el abrigo, lo tiró a un lado y se recostó—No voy a encontrar el amor de vida en la universidad.

—¿Por qué? ¿Crees que no iras? — Pasó un poco de alcohol sobre la piel de su hombro para esterilizar el área.

—No—La mueca en su cara ante el piquete de la aguja fue algo que a Heeseung le causó mucha gracia.

—Entonces...—Siguió indagando.

el precio del placer ♯݊ˢᵘⁿᵍˢᵘⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora