CAPÍTULO DOS.

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   —¿Otra nueva ofrenda en sólo una semana? — cuestionó la princesa alarmada.
Su padre, el rey de aquél pequeño y pobre pueblo, afirmó a sus dudas con un suspiro saliendo de su boca. El pueblo de Woongso vivía bajo mandato estricto de la jerarquía impuesta por Seongkyong desde décadas antes de que el anciano Junseo asumiera como rey. 
   —Supuestamente la ofrenda anterior nunca llegó; alguien saboteó la aduana. — respondió entre otro suspiro de desespero.

La joven princesa frunció sus delicadas cejas llena de preocupación. ¿Hacia dónde irá nuestro pueblo si seguimos de esta manera?, se cuestionó mentalmente. Sus manos se sujetaron entre sí, reprimiendo aquél anhelo de correr lejos desesperadamente. Su pueblo sufría de extremada pobreza y dolor, y el gran rey de Seongkyong sólo elevaba aquella lamentable pobreza.

   —Debatimos con el consejero real y los soldados más importantes de nuestras tropas — habló el rey Junseo llamando la atención de su pobre preocupada hija. Eun lo observó confusa y temerosa, desesperada por oír las palabras que seguían del relato del mayor —, le declararemos la guerra a Seongkyong. — finalizó, y la princesa sorprendida se acercó hacia su padre.
   —¡¿Cómo piensan hacer aquello?! ¡¿No piensan en las vidas que perderán?! ¡Seongkyong es el doble que todo Woongso incluyendo nuestros niños y nuestras mujeres! — intentó de razonar entre cada uno de sus gritos

Nunca creyó gritarle a su padre, mucho menos de aquella manera. Su pueblo estaba muriendo, y con aquella guerra, todo iba a empeorar.
Junseo negó con la cabeza, haciendo caso omiso a su única hija.

   —Ya fue decidido — increptó gélidamente —. La marcha será guiada por el oficial Lee Chunghee y el más joven y fuerte de los soldados: Park Sunghoon
El corazón de la princesa estalló; se rompió en el mismo instante que oyó el último nombre salir de la boca de su padre.
   —¿Qué?...


𝐖𝐀𝐑 ━ park sunghoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora