CAPÍTULO OCHO.

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Con angustia, la princesa de Woongso lloró y lloró; con cansancio, la joven Eun se desgastó a lágrimas; con agotamiento, la dolida doncella sollozó hasta desmayarse sobre la gélida hierba de aquella colina.

El pueblo era un caos: habían salido victoriosos en la guerra, pero muchos de sus hombres dejaron la vida en ella. Incluído el más joven y más valiente, osado guerrero Park Sunghoon.
La princesa había corrido tan lejos que nadie la lograba localizar. Guardias y campesinos buscando por ella, gritando su nombre, con angustia y desespero; era su princesa, y de un segundo a otro había desaparecido sin dejar rastro alguno.

La noche cayó, y con ella, la oscuridad y el frío abrazó a Woongso y sus habitantes.

Pasadas las horas de la llegada del primer grupo de sobreviventes, iban llegando de a pequeñas agrupaciones más y más.
Felices, llorando, abrazando a sus familias, a sus adorados amores, a sus hijos, hermanos.
   —¡Eun! ¡¿Y la princesa Eun?! — gritó un desesperado líder Chunghee. Los pueblerinos bajaron la mirada.
   —No sabemos nada de ella luego de la noticia sobre Park Sunghoon. — murmulló un joven valiente.
Los guerreros recién llegados se observaron entre sí, sorprendidos.
   —¿Hace cuánto no ven a su majestad?
   —Unas seis horas diría.
Chunghee suspiró. Apretó su mano y el objeto en esta: esas flores mugunghwa que se marchitaban poco a poco.

No podía dejar que se marchitaran, no cuando eran de la princesa de aquél pueblo. No cuando Eun se marchitaba a la par que ellas...

   —¡Las flores de su majestad se están marchitando, debemos encontrarla! — alarmó al pueblo con sus palabras.

Las antorchas de fuego opacaban la oscuridad de la noche, pues la luna cubierta de decenas de nubes no parecía querer proporcionarles ni una pizca de luz.
   —Busquen a la princesa; iré con el rey y los hechiceros del pueblo. — habló el teniente, ordenando a los recién llegados a trabajar.

Rápidamente estos acudieron a sus palabras, esparciéndose por las localidades del pequeño pueblo junto a sus familias y personas que se solidaridaban con la situación.
Chunghee corrió y corrió hacia el castillo real, desesperado y sosteniendo con una fuerza delicada aquella corona de flores a medio marchitarse por completo.

No podían perder a su hermosa flor mugunghwa, no podían perder a su princesa.
Park Sunghoon; él no podía perderla, la necesitaba para salir a delante.

Pero la noticia para el joven gravemente herido que recién llegaba al pueblo fue desbastadora. Su corazón dolió tanto pero tanto, que sintió sus pocas fuerzas y energías por el suelo.
   —¿Se...perdió la princesa Eun? — preguntó insólito.
El niño del pueblo asintió apenado, y los dos soldados que sostenían al joven guerrero se observaron entre sí.
   —¿Hace cuánto?
   —Siete u ocho horas; cuando el teniente Chunghee llegó a Woongso sus flores estaban a medio marchitar.
El corazón de Sunghoon dolió mucho más.
   —Ahora mismo la siguen buscando, pero por lo que escuché, las flores se siguen y se siguen marchitando. — interrumpió una dolida anciana del lugar, tomando al pequeño que parecía ser su nieto por los hombros.

El joven valiente guerrero observó el suelo completamente perdido.

Si su flor hermosa se marchitaba, él también lo haría de angustia y dolor...


𝐖𝐀𝐑 ━ park sunghoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora