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Kakariko siempre le recordaba a su infancia. Había pasado tanto tiempo ahí, que muchas veces quiso no tener que volver a salir de la aldea, pero ahora la simple idea de lo que sea que Impa fuera a decirles en Kakariko la aterraba, por eso Zelda cabalgaba rápido, dejando a Link y a Epona atrás, el rubio tuvo que presionar a su yegua para alcanzar a la chica.

La chica no prestaba atención a Link llamándola para que fuera más despacio, Zelda iba casi en un trance, su único objetivo era llegar a Kakariko de una vez, fue hasta que su caballo casi se estampa contra unas rocas, que se detuvo abruptamente, relinchando y alzándose en dos patas. La chica abrió los ojos con terror para darse cuenta que lo que seguía ahora, era el golpe, se sujetó con todas sus fuerzas para no caer.

-¡Zelda! -Gritó Link pensando que la chica caería al piso, pero no fue así, se acercó despacio para no alterar más al animal. - ¿Estás bien? -preguntó con calma.

-Sí. -contestó ella sin dejar de ver el camino.

-Hey, escucha... -Pidió él.

-No. Tenemos que llegar, no hay tiempo que perder. -dijo de forma cortante, acomodando al caballo de nuevo en el camino para seguir hasta Kakariko, Link no dijo más, se limitó a acompañarla en silencio, detrás de ella. Muy parecido a los viejos tiempos.

Apenas entraron a la aldea y los guardias de la casa de Impa los divisaron a lo lejos, uno de ellos corrió escaleras arriba para avisar que la princesa y Link habían llegado. Apaya bajó corriendo para recibirlos.

-¡Zelda, Link, qué bueno que llegan! -exclamó desde los pies de la escalera. Ambos bajaron de sus caballos con prisa para acercarse a la chica.

-¿Qué pasó? ¿Por qué la urgencia? -preguntó Zelda alterada. Link colocó su mano sobre el hombro de la chica para transmitirle un poco de calma, pero Zelda estaba al borde de un ataque, como si todos sus miedos estuvieran acechando, no podía ser una coincidencia, la pesadilla de Link, la tormenta, la noche horrible que pasaron, la princesa esperaba lo peor y por primera vez, no estaba lista para eso. Zelda sentía que en cualquier momento se pondría a llorar cual niña pequeña rogando un minuto más de paz.

-Es mi abuela... -dijo la chica agachando la cabeza. - Enfermó hace un par de días y parece que no le queda mucho tiempo. -Explicó mordiendo su labio inferior. -Por eso quería verlos.

Las piernas de Zelda temblaron tanto que sintió que se iba a caer. Link la sostuvo con fuerza y la princesa parecía completamente perdida. -¿Qué? -preguntó con un hilo de voz. Impa había sido su figura materna y la mujer que le enseñó todo lo que sabía. No podía estar muriendo, no ahora que el mundo ya era un lugar mejor, no ahora que habían luchado por tantos años para ese momento, simplemente no ahora. Los ojos de Zelda se llenaron de lágrimas y Apaya desvió la mirada para no ver a la princesa llorar, Link acunó a Zelda en sus brazos, ya había visto a la princesa llorar desconsolada, pero ahora que era su chica, le partía el corazón. La abrazó con cariño y permaneció en silencio acariciando su espalda para consolarla.

Le costó a Zelda unos minutos componerse, tenía que hacerlo. Sorbió su nariz y limpió sus lágrimas con la manga de su ropa. Asintió con la cabeza a Apaya para hacerle saber que estaba lista para ver a Impa.

Los tres caminaron escaleras arriba en un silencio sepulcral, cuando Apaya abrió la puerta, Zelda pudo ver a Impa recostada y sintió que el corazón se le hacía chiquito de lo triste que se sentía. Apretó la mano de Link con fuerza para hacerle saber que no se sentía bien, sus labios temblaron y frunció el ceño, conteniendo las lágrimas.

-Mi niña, no estés triste. Acércate. -pidió la mujer con una voz suave. Ella no había visto a Zelda y sabía cómo se sentía, así de bien la conocía.

Los designios de la Diosa (Zelink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora