Capítulo 18: Manada.

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Ryan.

Sujeto a Deimon al verla caer luego del impacto de la onda, al mismo tiempo que el campo de fuerza que creó se deshace frente a mí. Miro a los demás, algunos están agachados intentando protegerse mientras que otros se encuentran boquiabiertos sin poder creer todo lo que acaba de suceder, levanto la cabeza y miro detrás de ella.

El campamento está destruido, las cenizas flotan en el aire y los árboles más cercanos están derribados, nuestro hogar completamente hecho mierda.

Siento una pequeña mano sujetarse de mi brazo con fuerza, bajo la cabeza y la veo, su cabello castaño oscuro está desordenado, su rostro está sucio y rasguñado, sus ojos verdes están rojos y las mejillas están húmedas.

Enredo mis brazos con cuidado en su cintura para ayudarla a enderezarse, miro sus brazos, tiene quemaduras en algunas zonas pero sus alas se ven intactas, con cuidado las empieza a guardar mientras ahoga quejidos de dolor, aprieto mis labios viendo todo lo que soporta sin siquiera decir nada. Mi mirada cae en su espalda, y me sorprendo al ver que en donde antes habían dos heridas ahora solo hay piel normal.

Ella se gira y ve el campamento con la boca entreabierta, en completo silencio empezamos a caminar los dos hacia el lugar en donde vimos a Mackenzie por última vez.

Al llegar veo su cuerpo acostado boca arriba con los ojos cerrados y la boca entreabierta, a su alrededor hay un círculo negro como en una explosión. Ella se agacha a su lado y acerca su mano al pecho de él, su cuerpo se vuelve gris como una estatua y se desvanece como cenizas en el aire.

Me agacho a su lado y la veo taparse la boca con la mano para llorar en silencio, mi única reacción es pasar mi brazo por sus hombros y acercarla a mi pecho, sin cuestionarse me abraza por la cintura y llora.

Me quedo en silencio, sintiendo sus lágrimas humedecer mi remera, la abrazo con más fuerza y le acaricio el pelo con delicadeza.

—Todo esto es mi culpa— levanta su cabeza y me mira— Todo esto lo he causado yo, nunca debí haber venido aquí, lo único que causo es desgracia—

Le sujeto la cara con las dos manos. Sus lindos ojos verdes enrojecidos por el llanto me observan con fijeza.

Niego.

—No es tu culpa, nada de esto lo es—

—¿Por qué crees eso?—

Sonrío con tristeza.

—Porque él creía en ti,— me mira a los ojos— y yo también lo hago, así que quita ese pensamiento de tu cabeza, al no ser que quieras obligarme— el comentario le saca una sonrisa triste pero no dura mucho.

Niega con la cabeza.

—Gracias— asiento. Nos quedamos en silencio observando el lugar a nuestro alrededor, hasta que la oigo sorber la nariz para luego ponerse de pie— Les diré a los demás que revisemos en los escombros, de seguro encontremos algo que no se haya destruido—

No espera respuesta de mi parte, solo se aleja en total silencio mientras se seca las lágrimas.

Me levanto y voy a la cabaña que era de nosotros, veo el exterior destruido y un suspiro triste escapa de mis labios. Me teletransporto a lo que era la sala, todo está destruido y quemado como de seguro todo lo demás, entro a la cocina y está en el mismo estado.

Reviso cada rincón de la misma y por suerte encontré algo de comida, lo dejo al lado del fregadero o lo que queda de él y me dirijo a cada habitación, de milagro logré hacer cinco mochilas con algunas pertenencias que encontré sanas, tristemente no eran muchas.

DeimonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora