🔗 Get over [HEEWON / HEEJAKE AU]

Capítulo 7 | Get over

Heeseung's POV

Jungwon se veía increíble debajo de mí. Su rostro extremadamente rojo, su respiración entrecortada y ese brillo en sus ojos que delataba su deseo. Y aún así, no había perdido su aspecto inocente. Sus labios tenían un cierto sabor a café y eran ariscos al estar un poco secos. Claro que yo se los humedecí un poco. Notaba sus pelos de punta, sobre todo los del cuello, en donde su tersa piel había sido marcada por un camino de besos que había dejado.

De verdad Jungwon me ponía muy mal.

Sentí un aroma a café junto con los molestos rayos de sol impactar contra mis ojos. Los fui abriendo poco a poco, un poco aturdido, y despertando mis sentidos. Jay estaba sentado en el sillón con una taza de café en la mano, mirando su teléfono. Pareció darse cuenta de que estaba despierto y levantó los ojos junto con una sonrisa.

—Hombre, ya era hora —noté que me escaneaba con la mirada, seguramente haciendo un balance de mi pésimo estado. Sin embargo, sus ojos se detuvieron en mis pantalones— Alguien despertó contento —comentó conteniendo una sonrisa.

Me reincorporé notando el dolor en mi cabeza y miré mis apretados pantalones vaqueros. Una mueca de dolor se formó en mi rostro mientras cogía una almohada y me tapaba un poco. Miré a Jay a los ojos.

—Besé a Jungwon —murmuré con voz seria y con un solo recuerdo de la noche anterior viajando a través de mi mente. Un recuerdo que empeoraba mi problema.

Jay escupió el café por la nariz.

—¿Estabas soñando con Jungwon? —exclamó tapándose la cara y levantando mucho las cejas.

—No, bueno... —me interrumpí a mí mismo y noté mis mejillas un poco calientes— Pero digo que lo besé de verdad, anoche, en la fiesta —aclaré con un suspiro y me hundí en el cómodo sofá esperando a que este me tragase entero.

—Pero... pero, tú, te acuerdas —balbuceó sin saber qué le sorprendía más, si lo que le acababa de decir o el hecho de que no lo hubiese olvidado.

—Sólo de eso, en el jardín —me tapé el rostro. Estaba jodido. Jay no dijo nada por un buen rato, después dejó el café en la mesita y me miró con un poco de lástima.

—¿Por qué mejor no te das una ducha? —preguntó con cuidado. Suspiré, me dolía, y no exactamente poco.