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Labial con sabor a fresa.


Ser agradable...

Ese era el objetivo.

Ser agradable...

—Hola, yo soy Viola...—hablé mientras me veía en el espejo con una sonrisa, allí una niña pequeña con un diente menos que sonreía de oreja a oreja.

Yo era una niña normal, una niña común, la cual hacía cosas estúpidas y no pensaba antes de hablar, cosa que me traía problemas, pero no me importaba, eso dejo de pasar hace tanto tiempo.

Estaba frente al espejo de mi habitación mientras veía como me quedaba el uniforme de la escuela, no me gustaba, pero era lo que había, ya que debería de acostumbrarme a él, era mi primer año en una escuela pública, por lo que sentía que no podía esperar.

Mi cabello caía trenzado por mi espalda mientras veía la mochila al fondo, tenía un dibujo bien grande de una serie de dibujos animados, sonreí emocionada, por el hecho de que tendría la oportunidad para hacer más amigos y dejar atrás la idea de ser una chica tímida.

Mire un pequeño envase con varias princesas en él, por lo que lo tome y lo destape, dejando a la vista un labial para niñas de sabor a fresas, según la abuela no podía usar pintalabios, ya que eso era para las chicas grandes y yo apenas tenía trece.

—Por fin seguiré mi sueño de ser prostituta—Hablé mirándome en el espejo mientras reía a carcajadas—Es broma...

—Viola, ya es hora—Escuche desde afuera mientras corrí rápidamente fuera de la habitación con una sonrisa.

La abuela estaba sentada en una silla mientras veía la televisión atentamente, yo solo sonreí para salir corriendo a la calle en dirección a la nueva escuela, mientras la mayoría de los vecinos me miraban correr por las calurosas calles del lugar.

Saludaba y alzaba la mano mientras me detenía a tomar aire entre pausas, pero eso no detuvo en ningún momento, ya que seguía corriendo mientras sonreía.

A lo lejos vi una gran estructura de color mostaza de la cual salían y entraban niños y adolescentes con el mismo uniforme que yo, haciéndome sonreír mientras aceleraba mi carrera hasta que entre al sitio.

Todo brillaba, aunque para mí era normal, por qué era la primera vez que estaba en esta escuela, por lo que seguí mirando a mi alrededor incrédula de todo lo que veía, no había reglas, no había límites en esta escuela.

Estar acostumbrada a colegios católicos había afectado de alguna manera mi forma de ver situaciones y de comprender emociones o acciones, por lo que observaba todo con suma atención mientras daba un paso viendo a varias personas verme con una expresión curiosa.

A lo lejos pude ver a una chica la cual me parecía familiar, Clara, la chica era de raíces mexicanas, una chica rubia, la cual hablaba con una de pelo castaño, la cual estaba sentada en un banco con las piernas abiertas dejando a la vista su ropa interior.

Me moví rápidamente hacia Clara, nunca había hablado con ella antes solo me sabía su nombre porque mi abuela y la de ella hablaban mucho por las tardes, caminé segura de mí misma hasta estar detrás de la chica, ganándome una mirada confundida por parte de la castaña la cual me examinó con la mirada.

—¡Hola Clara!— hablé fuertemente haciendo que la chica se sobresaltase girándose velozmente a verme—Soy Viola, tu vecina.

La chica sonrió, mientras me extendía la mano, la cual acepte gustosa sin saber que recibiría un fuerte apretón que me haría chillar por el dolor, llamando la atención de todo el mundo allí presente.

Las chicas Cool Nunca lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora