En cuanto entro en mi habitación, sus sombras vuelven a asfixiarme. Abro el armario incapaz de mirarme al espejo de la puerta. Es como si tratasen de rasgarme desde dentro, por más que lo intento no consigo librarme de ellas, de sus voces, de su control. Noto como se forma un nudo en mi garganta. No quiero verme, no quiero volver a tener que lidiar contra mi reflejo, así que cierro la puerta con espejo que tiene el armario y cojo un jersey de lana ancho. Con los ojos cerrados me quito el que tengo puesto y me pongo el otro.
No quiero verme, no puedo verme.
Cuando vuelvo a bajar, Alec me está esperando en el sofá con las llaves en la mano.
—¿Lista? — sonríe mientras se acerca a la puerta.
—Sí— contesto mientras salgo con él hacia la selva de la civilización, exponiéndome.
El camino desde nuestra casa hasta el parque de Belvís es relativamente corto, a un paso rápido, podemos llegar en menos de cinco minutos, pero caminamos despacio, en silencio. Miro todos los escaparates de las tiendas: vestidos minúsculos que me hacen sentir bajo las cadenas de un número. Supermercados donde lo que más se vende son productos prefabricados y embolsados en plásticos, bombas de relojería dentro de mi estómago. Entonces, como una salvación, una pequeña librería, con cientos de libros en su interior, cientos de historias en las cuales perderme y alejarme de este mundo.
—¿Quieres entrar? — me pregunta Alec siguiendo la dirección de mis ojos.
—¿No te importa?
—Claro que no, venga, vamos— dice mientras me insta a cruzar la calle, sonriendo.
Entramos en la pequeña librería mientras el olor de las páginas inunda mis sentidos. Por un instante, me olvido de las calorías, de las dietas, de las medidas, de ellas. Por un momento, soy yo, me siento libre, alejada de la presión del instituto, de la presión de esa perfección predispuesta.
Poso los dedos en los lomos de cada libro, ojeo los títulos y sus portadas. Me detengo en una portada preciosa, de colores azules, rosas y violetas, que parecen formar un cielo estrellado. El título, escrito con una tipografía muy dulce y una pequeña casa en la parte inferior concuerdan a la perfección.
—¿Te gusta?
—Sí, la portada es increíble, ¿no crees?
—Es muy bonita, sí— Alec pasa los dedos por encima y sonríe— ¿Es un poco gordo no?
—¿Gordo? — me resulta imposible aguantar la risa— Alec, debe de tener unas trescientas o cuatrocientas páginas, es un libro normal— ahora me estoy riendo a pura carcajada.
—Yo eso no me lo leo en la vida— dice girándose y cogiendo un libro súper finito— Este sí podría leerme en dos o tres años— saca la lengua mientras me lo acerca.
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Heridas de titanio © - Lorena Arufe ✔
Teen FictionCuando su padre vuelve a casarse, su vida da un giro inesperado al tener que mudarse y empezar de cero, compartiendo su hogar con su nuevo hermanastro: Alec. Juliet lucha en silencio contra sus propios demonios internos, consumiéndose día tras día y...