Me despierto con el maldito sonido del móvil. Palpo la mesilla de noche en busca de esa fuente de ruido ensordecedora hasta dar con ella y abro un poco los ojos. Es una llamada, una llamada de Laura y ahora mismo no me apetece cogerlo, así que pongo el móvil en silencio y trato de volver a dormirme.
Cinco minutos después mi madre entra en la habitación y enciende la luz. Parece que mi mañana tranquila de sábado se ha ido al garete.
—Alec, cielo, Alfredo y yo nos vamos esta tarde a una conferencia, os quedaréis solos en casa, ¿vale?
—¿Una conferencia de qué, mamá...?
—Ya sabes que Alfredo trabaja mucho en el laboratorio, tiene una conferencia en Barcelona el lunes, y queremos aprovechar para hacer un poco de turismo. Sentimos no haber avisado antes, ha sido un imprevisto.
—Da igual, pasadlo bien— murmuro tapándome con la manta hasta arriba. Ahora mismo no quiero ser persona, quiero dormir.
—Cuídate, ¿vale? He hablado con Juliet también, pero espero que seáis responsables. ¿De acuerdo?
—Ya... yo se lo digo, mamá— le doy un beso para que se vaya y me deje dormir.
—Son las doce ya, deberíais levantaros, pero bueno... os dejo algo de comer en la nevera. ¡No hagáis fiestas en casa!
—Vale mamá...— trato de que se vaya, a este paso no podré dormirme otra vez.
—Te quiero, Alec.
—Y yo a ti...— vuelvo a taparme con las mantas y me giro.
Y lo consigo, se va, pero ahora me siento totalmente desvelado, ya no puedo seguir durmiendo. Me levanto despacio, tratando de despejarme y cojo el móvil. Vuelvo a ver la llamada perdida de Laura y decido no conectar al WhatsApp por si acaso. Lo que menos me apetece ahora es escuchar a una amiga de Carla así que simplemente ignoro la notificación y bajo a desayunar.
Mi sorpresa al llegar al final de la escalera es encontrarme a Juliet sentada tranquilamente en el sofá leyendo un libro y bebiéndose un café. Así incluso parece una chica normal, sin secretos mortales.
—Buenos días— ella levanta la vista del libro dejando que su sonrisa brille entra las páginas.
—Buenos días.
—¿Qué tal has dormido? — cierra el libro y lo deja encima de la mesita, coge la taza de café y la sostiene entre en las manos, con delicadeza, mientras se acomoda un poco más en el sofá. Por inercia, acabo sentándome en el brazo del sillón más cercano.
—No puedo quejarme, la verdad es que he dormido como una marmota.
Trato de evitarlo, pero la risa se me escapa, una broma de su parte me parece algo inesperado. Ella juguetea con las manos dando pequeños sorbos a la taza de café mientras yo me quedo sin ideas sobre las que hablar.
—¿Quieres un café? — me lo pregunta, pero ya se está incorporando para dirigirse a la cocina, así que no me niego y me siento en el sofá, donde ella estaba hace apenas unos segundos.
Cojo el libro y me doy cuenta de que es el mismo que compramos ayer. Las hojas están un poco dobladas a causa de la lluvia, pero el libro en sí se encuentra en buen estado.
—¿Qué tal está? — alzo la voz para que pueda escucharme un poco mejor desde la cocina. Ella se asoma a la puerta y me escruta con la mirada antes de contestar. No tenía ni idea de qué le estaba hablando hasta que sus ojos se posaron en el libro.
—Ah, ¿el libro? — asiento—. Bien, la verdad es que me está enganchando, tiene unos puntos muy interesantes— sonríe y vuelve desaparecer tras la puerta de la cocina para salir unos minutos después con la taza de café.
—Creo que yo no encontraría ningún punto interesante.
—Yo también lo creo— bromea dándome la taza y sentándose a mi lado.
Desayunamos viendo la tele y comentando de vez en cuando alguna escena interesante. Juliet no deja de sonreír y no sé si me alegra, o me parece lo más extraño del mundo, pero trato de ignorarlo, mientras esté feliz y no haga ninguna tontería todo estará bien.
A eso de las dos, mi teléfono vuelve a vibrar en mi bolsillo así que lo cojo de nuevo y veo su nombre en la pantalla, otra vez. Al final tendré que cogerlo.
—¿Diga? — me levanto del sofá y camino hacia la cocina para coger más cobertura. También porque no puedo estar quieto cuando hablo por teléfono.
—¿Alec? Soy Laura, ¿qué tal?
—¿Qué quieres, Laura? — no quiero parecer borde, pero su llamada me parece demasiado extraña como para actuar como si nada.
—Em... Lo de ayer en el parque, a Carla se le fue un poco la olla, ya sabes cómo es, pero yo quería disculparme por si te molestó mi actitud o algo así.
—Da igual, al fin y al cabo, tú no hiciste nada.
—Ya, por eso, no hice nada. Y debería de haberle parado los pies a Carla, es que cuando se trata de ti se pone muy celosa.
No quiero hablar del tema, así que contesto de la manera más tajante que consigo.
—¿Para esto me llamabas? Es que...
—¡No! En parte sí, pero quería saber sí sigue en pie lo de venir a mi fiesta esta noche, ¿recuerdas?
—Sí, lo recuerdo. Pero mis padres no están, no puedo dejar a Juliet sola en casa toda la noche, lo siento.
—Alec, tiene diecisiete años, ¿acaso la tratas como a una niña pequeña?
Mierda.
—No, no es eso... es que no puede quedarse sola.
Por unos momentos, el otro lado de la línea se queda en silencio. Luego la voz de Laura vuelve a sonar, pero más alegre.
—¡Qué se venga! Siempre hay sitio para más. Además, apenas la conozco, quizás si viene Carla puede entender por fin que es tu nueva hermana, ¿no?
—Se lo diré.
—¿Entonces venís?
—No te aseguro nada, pero lo intentaré— cuelgo el teléfono y me quedo mirando un rato por la ventana.
Convencer a Juliet de ir a una fiesta no creo que sea nada fácil, pero todo se puede intentar.
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Heridas de titanio © - Lorena Arufe ✔
Teen FictionCuando su padre vuelve a casarse, su vida da un giro inesperado al tener que mudarse y empezar de cero, compartiendo su hogar con su nuevo hermanastro: Alec. Juliet lucha en silencio contra sus propios demonios internos, consumiéndose día tras día y...