VII

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La mañana no se presentó tan amena como Klaus se había imaginado que sería. Para cuando dejó su recamara y bajó las escaleras, ya estaban todos reunidos en el comedor. De nuevo era el último en llegar, pero nadie parecía darle importancia. Para todos seguía siendo un cero a la izquierda.

Aquello le dolió, pero se resignó a acomodarse al lado de Ben para preguntarle en voz baja qué estaba pasando.

El ambiente en la mesa era tan hostil y denso que casi se podía cortar con el cuchillo de la mantequilla.

Otra vez Cinco era el blanco de Reginald. Klaus paseó su mirada entre los presentes y contó seis lugares ocupados. Giró hacia su derecha tan rápido que por poco se cae de la silla.

Vanya.

Vanya no estaba allí como debería ser. Como dijo Cinco que sería.

"Oh, no"

¿Acaso Cinco se había equivocado en los cálculos?, ¿Qué había salido mal esta vez?

Klaus estaba ansioso de que terminara el desayuno para preguntárselo a solas.

Con un sonoro resoplido, Reginald Hargreeves se retiró el monóculo para limpiarlo con toda la calma del mundo, como si buscara retrasar lo más posible el momento de un anuncio de gran importancia.

-De ahora en adelante me ocuparé solo de cinco de ustedes- avisó como si nada-. Número siete no va a volver. Y me rehuso a seguir educando al responsable directo de su desaparición.

-Espera, ¿Qué?- aunque de veras lo intentó, Klaus no pudo quedarse callado. Estaba completamente anonadado con lo que acababa de escuchar.

-Me oíste perfectamente bien, número cuatro. Desde este momento solo me ocuparé de entrenarlos a ustedes. Cinco debe dejar la academia mañana mismo. Ya fue notificado, ¿No es así, número Cinco?

Sin embargo, el interpelado no respondió. Seguía con la cabeza erguida y la mirada ausente y opaca.

-Eso no es justo- se quejó Klaus, mirando reprobatoriamente a los presentes, molesto de que nadie interviniera a favor de su adorado hermano-. Si Cinco se va, no me pienso quedar aquí- se reveló.

-Klaus- musitó Cinco, dirigiéndole una larga mirada, apática pero significativa de que se mantuviera al margen.

Klaus pensó que alguno de los dos, sino que ambos, acababan de perder la razón.

-Por culpa de número Cinco, número siete ha muerto- continuó Reginald, ignorando una vez más a su hijo-. Pueden atribuirle la culpa. Lo juzgaría como asesino, pero no me corresponde ese papel.

-¿Es eso cierto?- preguntó Diego, incrédulo.

Allison veía a Cinco con los ojos bien abiertos, mientras que Luther tenía los labios separados, como si no se animara a preguntar lo mismo que Diego. Ben miraba lívido a Klaus, susurrando en voz baja que no dijera nada y que lo dejara estar. Pero por supuesto que Klaus no lo dejaría estar. Se trataba de Cinco al fin y al cabo.

-Quiero decir algo...- mascó Klaus, subiéndose a la silla con su vaso de agua y un cuchillo. Golpeó el borde de cristal con el utensilio de plata para hacer ruido.

-Cuatro, deja de hacer ya el ridículo y siéntate de una vez- ordenó Reginald, impasible.

Klaus temblaba por dentro, pero en esta ocasión no era miedo lo que sentía, sino enojo.

-Apuesto a que Cinco tiene una buena razón para...

-Me cansé de oír justificaciones- resolló Reginald, mirandolo con dureza.

-Tendras que escuchar la mía. Te aseguro que será la última que diga- inspiró profundo para seguir-. En primer lugar, seguro que Vanya no está muerta.

-Lo esta- la voz de Cinco se alzó como un silencioso y suave eco.

Klaus lo observó espantado ante su afirmación.

-Debe ser un error. Tiene que tratarse de una broma. Y si no lo es...Cinco no mataría a nadie.

-Lo hizo- corroboró Reginald con frialdad.

Ahora fue el turno de Klaus por no escucharlo.

-Eres un hipócrita, papá- rió sintiendose aún confuso y mareado por la afirmación de Cinco-. Vanya nunca te importó. Y ahora vienes a querer actuar como un padre preocupado, ¿Ya olvidaste todas esas veces que la encerraste en esa jaula de metal insonorizada?

Klaus sintió que le faltaba el aire al notar como una tenue pero visible sonrisa jactanciosa subía despacio por los labios de Reginald.

-Es una buena idea, número cuatro. Recluiré a Cinco a confinamiento en esa cámara y así no podrá hacer más daño.

-No- Klaus bajó presuroso de la silla-. No quise decir eso....¡Yo no dije eso!

Pero de nada sirvió su llanto, porque para cuando quiso buscar la mirada de Cinco, este ya estaba siendo escoltado por Reginald hacia uno de los pasillos.

Daño colateral.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora