IV

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Las consecuencias de la desobediencia de ambos fueron poco menos que fatales.

Reginald había tomado la resolución de separarlos y castigarlos según su propio criterio.

Ahora durante las comidas no podrían sentarse uno junto al otro.

Klaus ocupó la última silla del extremo opuesto a Cinco, y este se notaba todo el tiempo adormilado debido a las píldoras que Sir Reginald le suministraba para bloquear sus poderes, puesto que no quería más percances.

Las primeras noches el castigo se limitó a eso. Pero a la tercera, Reginald había visitado a Klaus a su habitación para llevarlo casi arrastrando hasta uno de los mausoleos más antiguos del cementerio.

¿Castigo o entrenamiento?

Klaus ya no diferenciaba lo uno de lo otro.

Mientras cerraba fuerte los ojos, deseó que todo se tratara de una pesadilla. Quería abrazar a Cinco, tener la cita que tenían pendiente y hallarse lejos, muy lejos de ese lugar infernal.
***

Cinco estaba agotado. Se sentía tan cansado y entumecido. Había estado llorando intermitentemente durante la madrugada, sintiéndose desesperanzado e impotente, además de asustado.

No había podido dormir bien en noches. Su mente estaba llena de culpa por lo que habían hecho Klaus y él, y el miedo de lo que su padre les haría pasar para castigarlos por sus actos, le atenazaba constantemente el pecho. Sus pesadillas estaban llenas de la visión de la ira y el terror que le ocasionaba su padre, y apenas podía despertarse sin sentirse enfermo. Estaba tan exhausto ahora que no podía ni pensar bien en nada.
**

Klaus se mordió el labio durante la cena cuando vio llegar a Cinco a la mesa. Quería desesperadamente hablar con él, pero no podía. Como siempre Reginald estaba en primera fila, mascando su ensalada de forma refinada, abstraído en picar cada trozo de vegetal con el tenedor.

Había dos sillas vacías junto a Klaus. Después estaba Vanya y Ben. Del lado opuesto Diego, Allison y Luther.

Grace sirvió más fuentes con variadas pastas, y Pogo se encargó de llevar las jarras con agua.

Cuando la incomoda cena finalizó y cada quien se fue a su respectivo cuarto a dormir, Klaus decidió que estaba harto. De las ordenes de Reginald, de su castigo estúpido y de tener que estar alejado de su amado Cinco. No podía tolerarlo ni un día más.

Tal vez no fuera lo más inteligente de su parte, pero tan pronto las puertas de todos los cuartos se cerraron, Klaus salió del suyo para ir al de número Cinco.

Solo golpeó la puerta dos veces con los nudillos, despacio, pero lo suficientemente fuerte para que lo advirtiera.

"Por favor, abre"

Cinco saltó al oír el fuerte golpe en la puerta. Su pecho se llenó inmediatamente de pavor, y cuando vio a su hermano parado allí afuera, su corazón se desplomó aún más. Suspiró y abrió del todo la puerta, mirando a Klaus con ojos cansados.

No dijo una palabra, ni siquiera un burdo saludo, solo miró a Klaus, esperando que hablara. Últimamente había estado tan exhausto que, prácticamente se había convertido en un zombi, y apenas tenía la energía para mantenerse en pie. Ahora, ni siquiera tenía la fuerza o las palabras para tratar de expresar lo que tenía en mente.

Ver a Cinco en aquel estado ensimismado hizo que los labios de Klaus temblaran un poco.

Su primer impulso fue el de estrecharlo fuerte contra su cuerpo. Un abrazo sobreprotector que no le valía de nada.

-Cuanto lo siento- susurró cerca de su oído mientras acariciaba su espalda de arriba a abajo.

Cuando se separó, fue a cerrar la puerta con cuidado.

-Te esta dando las mismas pastillas que a Vanya- resolvió Klaus al recordar el mismo frasco que solía sacar Reginald a escondidas del resto-. Trata de mantenerte bajo su control. Tienes que dejar de tomarlas, Cinco. Debes fingir que lo haces y luego las escondes. Vamos, que tu eres el listo aquí. No podemos dejar que nos trate de esta manera.

Cinco lo miró, pero apenas podía hablar. Apenas podía pensar.

¿Fingir? ¿Era eso realmente todo lo que su hermano le estaba aconsejando que hiciera?

En todo caso, ¿Qué más podía hacer?

Él... tenía que escuchar a su hermano, ¿verdad?

Asintió, antes de suspirar y retroceder para dejar entrar a Klaus.

-Está bien- susurró, mientras se hacía a un lado, mirando hacia el suelo. -Fingiré que me las tomo. Simplemente las esconderé.

-Si- asintió Klaus, preocupado-. Haz eso. Guárdalas bajo tu lengua y cuando no te vea, las escupes- sugirió, acariciándole el hombro-. Por ahora debo irme, Cinco. Papá no tardará en monitorear las habitaciones y esas cosas. Me arriesgué solo porque tenía muchas ganas de verte. Te hecho de menos. Es horrible verte y no poder hablarte. Quisiera que nada de esto hubiera pasado. Lo lamento mucho, en verdad.

Suspiró afligido y salió sin esperar respuesta.

Cinco asintió, tenía que hacer lo que su hermano le había dicho que hiciera.

Observó hacia la salida mientras Klaus se iba, y luego cerró la puerta lentamente. Suspiró, antes de hundirse en el suelo con un gran peso en el corazón. Se sentía tan inútil, tan impotente que, no le tomó mucho tiempo caer en un sueño irregular. Se sentía exhausto, molesto y asustado.

Daño colateral.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora