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Que Reginald enviara a Grace a despertarlos a todos más temprano de lo usual, ya era extraño. Pero Klaus, pese a lo distraído que solía ser todo el tiempo, notó enseguida qué era lo que desentonaba en el salón principal.

Lenta y cuidadosamente dirigió su mirada hacia número Cinco, quien yacía primero, de pie junto a Reginald, con el rostro alzado, su sempiterno semblante indiferente.

¿Se habría tomado las pastillas?

Klaus esperaba que no.

-Bien- habló Reginald, dirigiéndose a todos-. ¿Quién fue el último en ver a Vanya anoche?

Silencio.

Luther y Allison intercambian miradas confusas. Lo mismo que Diego y Ben.

Klaus se mesó el cabello al notar un ligero temblor en la comisura de los labios de Cinco, dandole a entender que él conocía la respuesta.

Cinco sintió que su corazón se hundía como una roca en el mar cuando escuchó hablar a Reginald.

Levantó la mirada hacia él y notó una mirada en sus ojos que nunca antes había visto, una mirada de pura rabia desenfrenada. Tenía ganas de vomitar, pero en lugar de eso, se tragó el miedo y el terror y se quedó en silencio. Había tanto miedo dentro de él, y nunca había estado más asustado o molesto, en toda su vida.

-Entonces nadie sabe sobre el paradero de número siete- pronunció Reginald con evidente disgusto en el tono-. Así que nadie come ni sale de su habitación hasta que aparezca número siete.

La orden fue dada con la misma frialdad que regía el rostro circunspecto del anciano.

Klaus frunció los labios y siguió al resto hacia las escaleras. Sus hermanos se miraban confusos, temerosos, ignorando lo que sucedía y que, repentinamente, los había involucrado.

Klaus esperó que el resto se adelantara y caminó al mismo ritmo que Cinco para poder hablarle.

-Es ella, ¿Verdad?, la bebé que robamos es Vanya- susurró pasmado.

-Y... ¿Ahora, qué?- musitó Cinco, con el corazón latiéndole en los oídos, el estómago aún llenándose con una mezcla de terror y culpa que apenas sabía cómo procesar.

¿Qué les haría su padre?

Tenía que pensar en tantas cosas, tenía que proteger a su familia. Sentía que se estaba volviendo loco, que estaba perdiendo la cabeza.

¿Qué habían hecho?

-¿Te tomaste las pastillas?- preguntó Klaus, andando más despacio-. Cinco, tenemos que traer a Vanya de vuelta. Esto...no tengo idea de cómo haces tus conclusiones sobre el apocalipsis, pero papá va a hacernos pagar a todos si ella no regresa pronto.

Llegaron a la puerta de la habitación de Cinco. Klaus se mordió el labio, frustrado. Sabía cuan mal lo pasaba su adorado hermano, pero era indispensable que resolvieran las cosas cuanto antes.

-No, no las tomé- susurró, su voz quebrándose levemente mientras hablaba.

Estaba tan nervioso, y si Klaus fuera más perceptivo, incluso podría haber visto la expresión de miedo total en su rostro, antes de ocultarse rápidamente detrás de su expresión neutral. Se aclaró la garganta para intentar parecer más tranquilo.

-Y... ¿Qué deberíamos hacer para... traer a Vanya de vuelta? - preguntó en voz baja, sus ojos revoloteando alrededor, como si estuviera buscando una solución, o algún tipo de señal que le indicara la dirección correcta.

-Perfecto- asintió Klaus, repartió una rápida caricia a Cinco en el mentón-. Vamos a viajar en el tiempo otra vez. Tenemos que quitarle la bebé a Grace. Después la devolvemos y aparece Vanya, ¿no?

Esperaba que fuera asi de facil. Lo cierto es que tenían todo en contra.

-Me escaparé de mi cuarto en tres horas- afirmó-. Vendré aquí, me abres y repetimos lo de antes.

-Pero... ¿y si no funciona?...Los, eh, cálculos podrían fallar -susurró Cinco, con una mirada de absoluta contrariedad, mientras miraba a su alrededor.

La idea de dejar su habitación/celda se le antojaba difusa, nunca lo había hecho antes. Ni siquiera había sido lo suficientemente valiente como para intentarlo.

-¿Qué? ¿De pronto te volviste una gallina?- lo presionó Klaus a propósito.

No quería dárselas de valiente porque él mismo estaba asustado de Reginald, pero Cinco tenía que entender de alguna forma que era importante que se revelaran.

-Nosotros hicimos desaparecer a Vanya, así que nosotros la traeremos de vuelta. Es nuestra hermana, Cinco. Además, tu sabías las implicaciones de traerla...intento comprender tus acciones, pero me lo pones muy difícil.

-No...No soy un cobarde. -se defendió Cinco, mirando al suelo, con el corazón acelerado.

Odiaba que le hablaran así. Odiaba que nadie entendiera cómo se sentía. Lo odiaba y lo llenaba de una rabia ardiente. Quería decir algo, quería... No sabía lo que quería, salvo proteger a su familia... su familia tenía que ser más importante que él, ¿verdad?

-Está bien- susurró, asintiendo.

Daño colateral.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora