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Lauren -oí la voz de Normani, quien llevaba intentando sacarme de mis pensamientos alrededor de diez minutos. —Lauren, vuelve a la tierra -acaricié la fotografía que tenía entre mis manos. Recuerdo perfectamente aquella noche, éramos jóvenes y no sabíamos todo lo que se nos venía encima. —Han pasado siete años, es hora de dejar de mirar atrás.

Suspiré. Normani tenía razón. Habían pasado siete años ya desde aquel verano. Levanté la vista y miré por la ventana. Estaba nevando. Quizá era una de las cosas que más me gustaban de Nueva York.

—Estaba realmente preciosa -miré a Normani, sentada a mi derecha en el sofá. Ella suspiró y pasó una mano por mi pierna.
—Lo sé, pero no puedes echarlo todo a perder por una simple coincidencia.

Y tenía razón. Miré alrededor del salón, las paredes de ladrillo hacían ver el apartamento mucho más frío de lo que realmente era. Me levanté y pasé al lado de la cocina, tan solo una encimera separaba ésta de la sala donde estaba Normani sentada. Cogí dos cervezas de la nevera y volví al sofá. Me dejé caer, dándole una de ellas a mi mejor amiga. Las abrimos a la vez y le dimos un sorbo. Estaba fría, muy fría. Ni si quiera me gustaba la cerveza, pero mi estado anímico me pedía algo que ni si quiera yo sabía qué era. Quizá olvidarlo todo. Resultaba bastante frustrante que, después de siete años, siguiera teniendo el mismo efecto en mí.
Había intentado rehacer mi vida varias veces: solo es un amor de verano, pensé. Ese amor de verano llevaba persiguiéndome más años de los que me gustaría.

—¿Qué le dirás a Taylor cuando llegue y te vea así?

De nuevo, tenía razón. Con ella tenía estabilidad, tenía tranquilidad. Sabía calmar mis miedos y mi ansiedad. Sabía complementarme, me sumaba. Llevaba dos años con ella. Pensé que todo estaba olvidado, pero...

Flashback

La Navidad había acabado ya. Tuvimos que ir a Manhattan con la familia de Tay. ¿La verdad? No me desagradaba en absoluto. Su familia siempre se portó muy bien conmigo. Para mi suegra yo era una más.

Taylor había salido por un asunto de negocios hace una semana. Cuando se fue todo estaba normal. Todo estaba normal hasta que decidí salir a pasear por aquél enorme parque nevado. Me puse mi chaqueta negra, mi gorro de lana negro y mi bufanda; las temperaturas estaban siendo bastante elevadas. Me puse mis auriculares y bajé. Vivía en el segundo piso de un edificio con una altura bastante baja para estar en Nueva York.

Cuando pisé la acera sonreí, me dio la brisa del viento en la cara. Era cortante, venía helado, pero era agradable. Miré al frente y me dirigí a Central Park. No puedo negar que mi vida era bastante gris. No por nada, sino porque me gustaba aquél color que, al parecer, el resto percibía como turbio.

Iba concentrada en el móvil caminando por el paseo cercano al lago cuando, derepente, noté que alguien tocaba mi hombro. Me quité los auriculares, pausando la canción que sonaba en ellos.
Me giré. Silencio. Mis ojos bien abiertos. Mi corazón latiendo como si quiera salir corriendo. Dejé de notar el frío. Dejé de notarlo todo.

Camila.

august (camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora