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Los Ángeles, California.

11 de mayo de 2016

Habían pasado dos semanas ya. Era míercoles, tenía examen de Derecho Romano II. Una semana más y todo habría acabado. Y cuando digo todo, me refiero a todo. Los exámenes, la carrera, los cuatro años interminables de noches hasta las tantas estudiando, de trabajar entresemana para poder pagar el alquiler y la carrera..., todo. Por fin.
Me quedaban tres meses por delante para volver a Nueva York. Solo tres meses para disfrutar de Los Ángeles, de mis amigas y amigos, de la playa, del calorcito, de los cigarros al sol..., tenía una sensación contradictoria todo el tiempo. Desde hace un par de semanas que todo era raro en mi vida. 
Camila había empezado a salir con nosotras con regularidad: encajó a la perfección en el grupo, empezó a salir de fiesta, nos juntábamos las cinco en los descansos... Hasta había venido a mi casa en alguna de nuestras reuniones de consejo. 
Me hacía sentir bastante bien. Camila, digo. Todo parecía más sencillo con ella. Todo fluía bien, era como si nos conociéramos de toda la vida. Las risas, las charlas profundas después de un par de copas de vino..., porque sí, una de las noches probó el vino blanco y le gustó. Tampoco es como si bebiera todos los días, ni mucho menos. Se "emborrachaba" fácilmente, y eso nos hacía mucha gracia. 

Aquella mañana era demasiado pronto. Las 8:00 a.m. Dinah y Camila ya estaban en la puerta de mi casa esperando con tres cafés. Uno para cada una. Sí, Camila y Dinah empezaron a llevarse excesivamente bien, pero no era algo que nos molestara a ninguna. 
Compartíamos asignatura y examen, así que decidieron que la mejor idea era caminar hasta mi casa para que yo pudiera llevarlas a la facultad. 
Cuando salí y me las encontré defrente casi me da un infarto. Grité ahogada.

—¿Qué hacéis aquí? Me vais a matar un día, joder  -ambas rieron. Me di la vuelta y cerré la puerta. Al voltear, Camila tenía extendido su brazo, ofreciéndome el café. —Gracias -sonreí, y me sonrió de vuelta, tímida. 
—Venga ya, encima que venimos a hacerte compañía durante el examen -dejó caer Dinah, mientras se acercaba a mi coche, esperando a que abriera para poder pasar al asiento del copiloto. Me quedé parada.
—Tienes un morro que te lo pisas. -Reímos las tres.

Abrí el coche y entramos. El examen era a las 9:00 a.m, así que llegábamos con tiempo. 
El camino duró 20 minutos. 20 minutos en los que Dinah y Camila no paraban de cantar Beyonce. Pusieron Lemonade, repetían las canciones mil veces. DJ llevaba desde que salió en bucle con el álbum. 

Llegamos y aparqué, la facultad estaba vacía. Salvo por más gente de nuestra clase, que estaban repasando o cotilleando. Dinah se acercó a hablar con el nuevo chico que le gustaba: Ben. Un inglés que había ido a estudiar el último año a Los Ángeles. 
Camila y yo nos quedamos sentadas en el banco. La miré. Ese día estaba excesivamente guapa. O cada día que pasaba yo la veía más guapa. En realidad, no lo distinguía ya. 

—¿Por qué me miras como si tuviera un bicho en la cara? -me miró extrañada. —¿Es eso? ¿Tengo un bicho en la cara? -empezó a hacer espavientos, eso me hizo reír.
—No, idiota. Me quedé embobada, perdona -miré al frente.
—Has estado distraída estos días..., como en otro lugar -no apartaba su mirada de mí, podía sentirla en la sien. Suspiré.
—Será por los exámenes. Tampoco es que Cloe me haya dado tregua en el bar -volví a suspirar. Era verdad, estaba cansada. Había estado estudiando y trabajando sin parar.  Estas dos últimas semanas no paraba de haber shows en el bar. 

Sí, era uno de esos bares en los que ibas con tu grupo, o sola, y cantabas. O leías poemas, o cosas así. A mí me resultaba bastante agradable, por eso tampoco me quejaba. 

—Deberías haberle dicho a Cloe que te dejara descansar... 
—Descansaré en cuanto acabemos los exámenes. Dejaré el bar. He conseguido ahorrar lo suficiente como para terminar el verano aquí -sonreí, me apetecía muchísimo el verano. Miré sus ojos, luego su boca, y de nuevo sus ojos rápidamente, esperándo que no se diera cuenta de lo que acababa de hacer. Ni si quiera sabía por qué lo había hecho. Al instante sonrió, dándome a entender que lo había notado. —¿Qué harás tú este verano? No nos lo has contado al final.
—Me quedaré. Pensaba irme nada más acabar la carrera, ya sabes: volver a Miami, pasar el verano con mi familia..., pero, definitivamente, voy a quedarme con vosotras -ahora la que miró al frente fue ella. Sentí un alivio dentro que no llegaba a comprender.
—Me alegro de tu decisión. Seguro que vamos a pasarlo genial.

august (camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora