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Los Ángeles, California. 

23 de mayo de 2016

Estaba en Venice Beach, tumbada en mi toalla favorita (bueno, en realidad solo era una toalla blanca y simple), esperando a que mis amigas llegaran. 

Eran las 7:45 p.m. Ese lunes nos daban las notas de los exámenes que decidirían si tendríamos que estar un año más aquí o si podríamos empezar a labrar nuestro futuro donde quiera que quisiéramos.

Habíamos acordado no mirar el Campus Online hasta que estuviéramos juntas.
No había visto a las chicas en toda la semana. Estuve trabajando todas las noches en The Numbers. Le pedí a Cloe si podía doblar turno para ganar algo más en mi última semana. Sí, fue mi última semana de camarera allí. Se me iba a hacer raro no escuchar la música en directo casi todas las noches, o ver a clientes habituales con los que ya había hecho buenas migas. Necesitaba el dinero, pero también descansar. Por eso tomé la decisión de dejarlo. El día anterior fue mi último día. Cloe me pagó de más, "por haberme salvado de muchas y para que tengas un buen verano". Tenía dinero ahorrado, pero nunca venía mal un poquito más.

Bueno, como contaba. Eran la 7:45 pm, habíamos quedado a las 8:00 pm. Pero en realidad llevaba en Venice un par de horas más. Me apetecía tomar el sol mientras escuchaba algo de música, u observaba a la gente, o simplemente oía el ruido de las olas contra la orilla. Me apetecía calma
Estaba tumbada en la toalla cuando noté bastante sombra, algo que me hizo abrir los ojos. 

Camila.

Sonreí. Una sonrisa apenas visible para el mundo, pero sí notable para mí. 

—Hola, Lolo -se sentó a mi lado, en la arena. Me recosté para poder verla mejor. —Sabía que estarías aquí -noté alegría en sus palabras mientras miraba alrededor nuestra. —Hoy está vacía la playa.
—Por eso os propuse quedar a esta hora mejor. Estaremos más agusto -guardé mi libro (que llevaba media hora sin leer) en la tote bag, así como mi móvil y los auriculares. 
—¿Qué lees?
—Un ensayo sobre economía que seguro que para ti sería super aburrido -reí por lo bajo.
—Ugh -Camila se rio también, lo que me hizo reír más a mí. 

La miré detenidamente, como una de tantas veces que mi cuerpo necesita mirarla, observarla.
Me pilló, pero no dijo nada. A veces ella también lo hacía, lo había notado. Pero desde lo lejos. Creo que no se atrevía a mirarme tan de cerca, como si le diese respeto.

—He traído un poco de bebida, y algo de comer. Las chicas traerán más cosas, aunque seguro que Dinah quiere pedir pizza para cenar -decía mientras sacaba la toalla de su mochilla. Más bien era como un pareo de playa (o así lo llamaba ella) enorme, con un mandala dibujado. Era bonito. 

Nos levantamos a la vez. Le ayudé a extenderla. Ahí cabríamos las cinco de sobra. Doblé mi toalla y la guardé en la tote bag tasmbién. Se descalzó y se sentó dentro del pareo, sacando una botella de refresco y algunos snacks. Le seguí los pasos y me senté a su lado. Saqué mi paquete de tabaco y lo dejé tirado. 

—¿Estás nerviosa? -volví a mirarla. Me miró, intensamente, directamente a los ojos. Miró mis labios y, muy rápidamente, volvió su mirada a mis ojos. Sonrió. 
—No, estoy segura de que he aprobado. ¿Y tú? -Dejó de mirarme. No sabía mantener su vista en mí más de diez segundos. Eso me hizo sonreír. 
—Un poco sí, los primeros exámenes no pude prepararmelos bien por el trabajo, ya sabes -asintió, acordándose. 
—Aunque ya no trabajes allí, podríamos ir una noche a tomar algo, ¿no crees? Unas copitas, musica en directo... -Echó su mirada al suelo. No entendí muy bien por qué. 
—Claro, por supuesto. Seguro que a las chicas les parece un buen plan; siempre que haya alcohol de por medio, ya sabes -nos reímos fuerte, aunque su risa se fue apagando, miró otra vez al suelo. Jugaba con sus dedos. 
—En realidad había pensado que tú y y-

august (camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora