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Los Angeles, California

25 de mayo de 2016


Las 10:45 p.m.

Iba conduciendo, me quedaban dos calles más para llegar a casa de Camila. Llegaba pronto, pero esperaría aparcada en su puerta. Llevaba unos jeans ajustados, unas convers negras y una camiseta de manga corta blanca básica, ancha, con las mangas remangadas. Mi pelo iba suelto, ondulado. Esa noche no hacía calor, estaría bien así. 

Por razones desconocidas estaba nerviosa. Llevaba todo el día imaginándome la situación. El encuentro con Camila, todo sobre lo que hablaríamos, cómo iría vestida, cómo nos saludaríamos... Sin darme cuenta estaba parada enfrente de su casa. Las 10:50 p.m. Salí fuera del coche y me apoyé en la puerta. Miré el teléfono. Le envié un mensaje a Camila por Whatsapp: "estoy en tu puerta". Al instante lo leyó, pero no hubo respuesta. Eso me hizo ponerme más nerviosa. Eché mi pelo hacia atrás con la mano izquierda. Saqué la cajetilla de tabaco y me quedé mirándola. Si fumaba en ese instante olería a tabaco y no quería eso. Siempre me daba igual, pero ese día no. Había decidido intentar dejar de fumar y era un buen momento. La ventanilla de mi asiento estaba abierta, así que tiré la cajetilla al asiento del copiloto. Suspiré. ¿Y si se había arrepentido y yo estaba haciendo el ridículo?

Mi móvil vibró. "Bajo", leí. Tiré el móvil al asiento del copiloto también. "¿Me meto en el coche? ¿Espero aquí? ¿Iré bien?". No podía parar de pensar. Volví a echarme el pelo hacia atrás con la mano. Fui a la puerta del asiento del copiloto y me apoyé en ella. Metí las manos en los bolsillos, nerviosa. 

11:00 p.m. Camila salió y cerró la puerta de su casa. Se giró hacia mí, sonriendo. Wow. Estaba preciosa. Llevaba un vestido blanco con tirantes, holgado. Y unas convers blancas, bajas. Y ese pelo suelto que le hacía parecer una leona, ondulado. Dios, iba a volverme loca. Estaba haciéndolo y empezaba a creer que era por ella. 

Cuando quise darme cuenta la tenía enfrente.

—¿Lauren? ¿Todo bien? -preguntó, riéndose un poco. Intuyo que por mi cara. 
—Sí, sí -me recompuse. Abrió sus brazos y la abracé. Se sentía como estar en casa. Podría ser mi lugar seguro. Se separó (demasiado rápido, a mi parecer). 
—Has llegado pronto. 
—Te lo dije -sonreí y le abrí la puerta.
—Gracias.

Subió al coche y yo lo rodeé para hacer lo mismo. Una vez dentro arranqué y volví a mirarla, la pillé mirándome. 

—Estás muy guapa -añadí, casi sin pensar. Estaba en blanco. Tenía la necesidad de no separarme de ella ni un instante. 
—Muchas gracias, muy amable... -dijo, algo coqueta y divertida. —Tú también lo estás. Hueles..., demasiado bien. 

Sonreí, halagada. Menos mal que no fumé. Arranqué el coche y nos dirigimos al club de Cloe. 

Todo el camino nos dedicamos a hablar de cómo había ido el día, de qué habíamos estado haciendo, de qué nos encontraríamos hoy en el club... 

—Tenía ganas de verte ya, me apetecía muchísimo el plan -afirmé, paradas en un semáforo en rojo. Camila miró hacia abajo cuando yo la miré. Estaba sonrojada, podía notarlo. Me miró, directa a los ojos.
—Yo también, llevo todo el día nerviosa y ni si quiera sé por qué -reímos a la vez, juntas. 

El semáforo se puso en verde y volví a la marcha. 

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Llegamos. Estacioné y bajé del coche. Lo rodeé y abrí su puerta. Me lo agradeció y entramos al club. 
Cloe vino enseguida a recibirnos.

—¡Lauren! -gritó Cloe según nos vio entrar. —Bienvenidas las dos, sentaos donde queráis que Martha os atenderá -miró a Camila, esperando que la presentara. 
—Cloe, ella es Camila, una amiga -se estrecharon las manos, sonriendo.
—¡Camila! Es un placer, Lauren nos ha hablado mucho de ti.
—¿Ah, sí? -preguntó Camz, mirándome, sonriendo con una ceja levantada. Eché una mirada asesina a Cloe. 
—¿Nos sentamos? Hay un grupo en el escenario ya -intenté huír de la situación. Camila se rió y yo me quería morir de la vergüenza. 

august (camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora