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Mi mirada estaba nublada ante todo lo que había pasado, me costó acostumbrarme a mirar la blanca habitación en la cual me encontraba y los pitidos constantes que me evaluaban solo me hacian sentir más y más enfermo.

—... ¿Fallé?- Pregunté en una voz susurrante una vez que pude recuperar mi habla.

—Estuviste a unos cuantos minutos de no fallar.

Una enfermera sentada a mi lado hacia anotaciones rápidas. Su voz motona y sin interés me hicieron perder el mismo a seguir preguntando algo, un aire aburrido domino mis sentidos al tiempo que devolvía mi mirada al techo blanco con un suspiro de aquella monotonía.

— ¿Cuál es tu nombre?- Me pregunto al final.

— Sebastián- Respondí secamente -Puede llamarme Musikato, señorita.

— Entiendo...- Su voz aburrida tuvo un intento de ser suavizada en ese instante -Bueno Musi, lamento informarte que no has tenido éxito en tu misión. Te faltó perder la suficiente sangre.

— ¿Me va a recomendar cómo hacerlo entonces?- Me parecía molesto que hablara con tanto recelo recordándome mi fallo de aquella madrugada.

— Tranquilo, chico- Me contesto con esa voz aburrida -Es mi deber y ética mantenerte con vida así que debo darte la noticia de lo que se viene.

Una hoja llena de palabras se presentó ante mi, con curiosidad y a la vez, con recelo.
Mis ojos se abrieron de sorpresa mientras iba leyendo más y más aquel contrato, pues de otra forma no era posible llamarlo.

— ¿¡Que mis padres van a qué!?- Pregunte con una expresión de sorpresa que provocó que la misma chica retrocediera.

— Bajo la recomendación del mismo hospital serás transferido a un hospital de salud mental- Me contesto, apuntaba a lo obvio como siempre -Se sabe que no es la primera vez que lo intentas pero es la primera vez que terminas en un lugar así.

— Me niego, no pueden hacerme esto.

El papel bajo mis manos se doblaba con mis propios puños que se cerraban de forma violenta enroscandolo, mi rabia se hacía visible en todo mi cuerpo, pues pude escuchar la máquina de mis latidos ir aumentando desde que aquellas palabras se hacían presentes en mi cabeza.

Aquella mujer solo pudo tomar más notas y me arranco violentamente aquel contrato de las manos para luego mirarme con aquellos ojos que reflejaban molestia, una molestia que no había visto en mi vida antes.

— Lamentablemente para ti eres menor de edad- Su voz reboto en las paredes de la habitación dándome un escalofrío, parecía que profesaba en aquel momento pues la fuerza de su boca fue similar a un "Cállate, chamaco miado" -No tiene caso que lo intentes así que más te vale aceptarlo de una vez.

Trage saliva y las palabras que tenía para contrarrestar aquello al tiempo de que mi rostro reflejaba la molestia que tenía en mi ser.

Era un asco. Mis padres solo se preocupan por la salud mental ahora que me han encontrado en mi cuarto con ambos brazos abiertos ¿Era por lo que pensaban que diría la gente o de verdad les importaba? Probablemente la primera, siempre había sido así toda mi vida.

Lo viví, lo acepte y yo quise decidir detener todo ¿Ni eso podían respetarme ahora?

Pero como siempre, me quedé callado mirando aquel techo blanco contando los días en los cuales sería recluido a un lugar similar una vez logrará estabilizarme lo suficiente.

Interiormente, tal vez podía ser lo mejor para alguien como yo, no se que tan satanizada tengan la salud mental algunas personas como para que aún actualmente la gente piense que ir a un lugar así sea completamente malo, pero a este punto podría ser algo bueno para mí.

Tal vez conocer gente tan vacía como yo y encontrar una forma de volver a ser quien solía ser, suena hasta poético en cierto punto.

Aparte, no volvería a la escuela el tiempo que estaría allí. No debería soportar el estrés que normalmente tendría.

Tal vez no está tan mal como lo veo.

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—@raccoonzack se inspira en otras cosas en lugar de la historia principal.

El paciente de al lado || Flexkato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora